Desde que Iñaki Urdangarin formalizó su divorcio con la infanta Cristina, su vida ha dado un giro radical. Ahora, instalado en Vitoria, lejos del foco institucional y sin vínculos oficiales con la Casa Real, el exduque de Palma se encuentra en una situación incómoda: asegura vivir bajo una constante sensación de vigilancia, convencido de que la Corona le ha puesto los ojos encima.
Durante su estancia en prisión, Iñaki tomó una decisión crucial: romper definitivamente con la familia Borbón. Sin embargo, según fuentes cercanas, esta ruptura no fue del todo espontánea. El rey emérito Juan Carlos I, conocedor de la información sensible que Urdangarin podría revelar, le ofreció un acuerdo tácito: silencio a cambio de dinero. El trato era claro: si Iñaki mantenía la boca cerrada, él se encargaría de garantizarle una vida cómoda, casi de nuevo rico, sin que tuviera que trabajar nunca más.

Nueva vida de Iñaki Urdangarin en Vitoria
La negociación con Cristina fue dura. Iñaki exigió dos millones de euros de indemnización, según Juan Luis Galiacho, por rechazar escribir un libro que habría sacudido a la monarquía, y una pensión vitalicia de entre 25.000 y 50.000 euros al mes. Aunque la infanta se negó en un principio, fue el propio Juan Carlos quien la presionó para llegar a un acuerdo, argumentando que era mejor tenerlo contento.
A día de hoy, ese pacto sigue en pie, pero bajo condiciones estrictas. Las transacciones se realizan a través de cuentas en Suiza, fuera del radar fiscal español. Además, Iñaki sabe que si se casa o formaliza su relación con Ainhoa Armentia, perderá absolutamente todos los beneficios. El mensaje es claro: puede disfrutar de su nueva vida, pero solo si no desafía a la institución.

Iñaki Urdangarin cree que está siendo vigilado
El problema es que vive con temor por Vitoria. La retirada de escoltas oficiales, que antes le protegían como consorte real, lo ha dejado aún más vulnerable. Sospecha que su teléfono ha sido pinchado, que lo siguen por la calle y que han aparecido caras nuevas entre los vecinos de su edificio. Ahora camina por Vitoria con la inquietud de no saber quién lo observa ni con qué intención.
Iñaki está convencido de que Zarzuela lo vigila. Cree que cualquier desliz público, cualquier entrevista fuera de tono o paso en falso, servirá de excusa para retirarle todo. Por eso mantiene un perfil bajo, evita aparecer en medios y ha congelado cualquier plan de vida en común con su pareja actual.