La princesa Leonor ha ganado visibilidad. Actos oficiales, viajes, formación militar. Todo suma. Y con ello, su seguridad ha tenido que reforzarse más de la cuenta. Un equipo especializado la protege en cada paso. Escoltas preparados para lo visible y para lo que no debe verse.
Pero el desgaste es evidente. Las quejas ya han llegado a la Casa Real. La escolta está harta. No solo por el ritmo frenético y la presión constante. El verdadero problema está en los líos personales de la princesa Leonor y su vida privada demasiado activa.
Desde su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza, la situación ha ido a más. La notoriedad ha ganado enteros. Y también más situaciones comprometedoras. La escolta no solo protege su integridad física. También debe velar por su imagen pública. La escolta debe estar un paso por delante. Inspección de lugares. Control de grabaciones. Vigilancia digital. Filtrado de accesos. Una operación constante, muchas veces silenciosa.

La princesa Leonor tiene agotada a la escolta
Y eso es lo que está agotando al equipo. Cada salida privada, cada noche fuera, cada fiesta o paseo en otro país, supone un auténtico quebradero de cabeza. Especialmente se ha reforzado el trabajo desde que se filtraron fotos de Leonor en una fiesta en Brasil o las instantáneas en las que aparecía paseando con su presunto ‘amigo especial’ en Uruguay. Y es que todo puede volverse viral en segundos.


Pero hay algo que no cambia: el comportamiento de Leonor. A pesar de las quejas a la casa real y de las advertencias de esta a la heredera, sigue con su vida al margen del protocolo. Y esa vida es activa, intensa y, muchas veces, muy difícil de cubrir.
Durante su estancia en el barco de instrucción, la situación se volvió caótica. Madrugadas sin descanso. Cambios de último minuto. Leonor no dormía en su camarote. Se esfumaba. Y con ella, la logística saltaba por los aires.
La escolta se queja pero Leonor no cambia su comportamiento
El equipo tuvo que improvisar. Redoblar turnos. Reorganizar rutas. Cubrir noches enteras. Todo por mantener la discreción. Pero dentro del equipo se vive con frustración. Ya no se trata solo de protección. Se sienten más como niñeras que como escoltas de élite. Las comparaciones son inevitables. Muchos ven en Leonor reflejos de su madre, la reina Letizia, conocida por sus años rebeldes antes de la corona. Otros van más allá y mencionan al rey Juan Carlos I, célebre por sus escapadas y vida paralela.

Lo cierto es que la escolta no puede más. Ha pedido un replanteamiento de su labor. Quieren que se escuche su malestar. No están dispuestos a seguir tapando líos de Leonor a cualquier precio. Su seguridad es una prioridad. Pero también lo es la estabilidad de quienes la protegen. Porque una monarquía moderna no puede construirse a base de encubrir de noches lejos de su cama.