Mientras otras royals suspiran por tocados y banquetes, Charlène de Mónaco elige el rugido de los motores como banda sonora de su reinado. En un mundo donde las apariencias lo son todo, la princesa sudafricana rompe esquemas: su presencia no solo brilla en las recepciones palaciegas, sino también en las tribunas del Gran Premio de Mónaco. Allí, se mezcla con pilotos, millonarios y escuderías, fusionando velocidad, lujo y adrenalina en una imagen que desafía la tradición y redefine el significado de glamour.

Pero lo que pocos sabían —hasta ahora— es que Charlène no solo es fan del automovilismo: es la madrina de la hija de Francesco Castellacci, uno de los nombres más discretos pero influyentes del paddock europeo. Detrás de esta elección, aparentemente inocente, se esconde una red de lealtades deportivas, intereses cruzados y afectos que podrían redefinir el papel público de la royal más enigmática del Principado.

El paddock como pasarela: Charlène y Castellacci, un vínculo sellado en Le Mans

Charlène no es ajena a la adrenalina: antes de ser princesa, fue atleta olímpica. Por eso, no resulta sorprendente que haya encontrado en la Fórmula 1 un entorno que le resulta familiar y afín. Su conexión con Francesco Castellacci, piloto profesional y figura habitual en las grandes citas del motor, no surgió de la casualidad, sino de una afinidad casi tribal entre quienes entienden la competencia como una forma de vida.

Fue en 2019, durante las 24 Horas de Le Mans, cuando Charlène debutó como madrina del evento, dando el banderazo de salida a la carrera. Castellacci fue su guía entre los boxes, y desde entonces la amistad creció. Su sintonía quedó al descubierto cuando el italiano le pidió que fuese madrina de su primera hija, Annabella, un gesto reservado solo para figuras de la más alta confianza. La decisión causó revuelo en los círculos aristocráticos, donde no todos entienden que una royal apadrine a la descendencia de un piloto. Pero Charlène, fiel a su estilo, ignoró las críticas y mantuvo su postura, reafirmando su compromiso con una visión de la monarquía diferente, vinculada a la pasión por el automovilismo y la velocidad.

Los negocios ocultos detrás de una relación deportiva

Ahora bien, la conexión entre Charlène y el piloto trasciende su relación personal, ya que él también mantiene una estrecha amistad con el príncipe Alberto y colabora activamente en los proyectos de Gareth Wittstock, hermano de la princesa. Como secretario general de la Fundación Princesa Charlène, Gareth ha liderado iniciativas estratégicas, entre ellas el proyecto Ferrari Strong Together #54, desarrollado para la primera edición de las 24 Horas de Le Mans Virtual, y que contó con Castellacci en el asiento del piloto.

La historia no acaba en el asfalto. En septiembre pasado, durante una carrera benéfica de bicicletas acuáticas organizada por la fundación de Charlène, Castellacci participó como uno de los atletas invitados. Y mientras la expectación crecía en el puerto de Mónaco, la imagen que paralizó a todos fue la de Charlène recibiendo al piloto con Annabella en brazos, una estampa que confirmaba públicamente lo que muchos ya sospechaban: la princesa había encontrado en la familia Castellacci una suerte de refugio emocional.