El rey emérito Juan Carlos I tiene 87 años. Su vida ha sido larga y polémica. Reinó durante 39 años, desde 1975 hasta 2014. Hoy, desde su exilio, enfrenta su mayor batalla: la enfermedad. El padre de Felipe VI ha pasado por más de 15 operaciones. Cadera, rodillas, corazón. Cada intervención era un recordatorio de que el tiempo pasa. Pero ahora no se trata de una cirugía. Se trata de una dolencia silenciosa y progresiva. Juan Carlos sufre una artrosis degenerativa severa.
La artrosis es implacable. Daña el cartílago. Hace que los huesos rocen entre sí. Provoca dolor crónico y limita la movilidad. En el caso del emérito, afecta sobre todo a las piernas. Le cuesta caminar. Pierde independencia. Su imagen de fortaleza se desmorona.
Juan Carlos I sufre la enfermedad que acabó con su madre
El dato más inquietante: la misma enfermedad acabó con la vida de su madre, María de las Mercedes de Borbón. La historia se repite. El rey ha buscado ayuda en clínicas de Suiza y Abu Dabi. Ha probado tratamientos modernos. Pero la enfermedad avanza. Imparable.
Pese a todo, Juan Carlos no se rinde. No quiere aparecer como un anciano frágil. Se esfuerza por caminar sin ayuda cuando hay cámaras. Rechaza que lo empujen en silla de ruedas. Quiere seguir en las regatas, aunque su cuerpo ya no responda igual. Su orgullo sigue intacto. Y todo ello mientras crece su deseo de volver a España de forma permanente.
Por eso insiste. Ha lanzado movimientos para llamar la atención. Denunció a Miguel Ángel Revilla. Fundó una entidad en Abu Dabi junto a las infantas Elena y Cristina para canalizar su herencia. Negocia con Netflix una serie sobre su vida. Prepara sus memorias. Todo es presión. Todo es un pulso con la Casa Real.

Su salud es la baza de más peso para conseguir su regreso
Su mensaje es claro: si le permiten regresar, guardará silencio. Si no, seguirá desafiando. Felipe y Letizia son conscientes de ello. Cada maniobra del emérito sacude la institución. Cada gesto genera titulares incómodos.
Sin embargo, es su salud el argumento más fuerte para presionar a su hijo. El rey Felipe VI le prometió que podría volver a España en dos escenarios: una operación de alto riesgo o una enfermedad terminal. Y la artrosis, hereditaria y mortal en su familia, puede ser la llave.
El tiempo corre. El emérito está más débil. Sus dolores son constantes. Su salud ya no se puede disimular. La artrosis se convierte así en un argumento político. Una carta que puede abrir la puerta de regreso. Juan Carlos quiere morir en España. Lo dice con insistencia. Lo repite a sus allegados. Su enfermedad degenerativa puede precipitar esa vuelta. Quizá pronto. Quizá antes de lo que imagina el propio Felipe VI.