Desde que Meghan Markle puso un pie en el Palacio de Kensington, nada volvió a ser igual. La exactriz de Hollywood no solo dividió a la Familia Real británica, sino que también polarizó a la opinión pública mundial. Entre controversias, desplantes y retiradas estratégicas, el vínculo con su suegro, el ahora rey Carlos III, ha sido uno de los más observados y, a la vez, más herméticos. Pero un reciente dato revelado por una experta en realeza ha revelado un aspecto inesperado en la ya fracturada relación.

Sin embargo, un reciente dato revelado por la reconocida experta en realeza Katie Nicholl, autora del exitoso libro The New Royals: Queen Elizabeth's Legacy and the Future of the Crown, arroja nueva luz sobre esta compleja relación. Según Nicholl, mucho antes de que Meghan y Harry decidieran dar un paso al costado y alejarse de la institución monárquica, el rey Carlos ya tenía un apodo reservado para su nuera. Lejos de ser un insulto frontal, el sobrenombre elegido por el monarca es, en realidad, una fina y afilada indirecta, cargada de significado.

Carlos III y su apodo para Meghan: entre la admiración y la advertencia

El apodo en cuestión es “Tungsten”, una palabra que para muchos no dice demasiado, pero que para los conocedores de metales es una verdadera declaración de intenciones. El tungsteno es uno de los elementos más duros de la tabla periódica, utilizado en maquinaria de alta precisión por su resistencia extrema y dificultad para quebrarse. Y, según Nicholl, esa era precisamente la percepción que Carlos tenía de su nuera: una mujer de apariencia refinada pero internamente indestructible. Según la periodista, el soberano británico la llamaba así porque la consideraba fuerte e inflexible, como el metal. Una cualidad que, según sus allegados, le recordaba mucho a sí mismo. Sin embargo, el sobrenombre no fue un gesto cariñoso cualquiera. Para muchos, se trata de un reconocimiento encubierto a la fortaleza de Meghan… pero también a su intransigencia.

Tungsteno: la duquesa que no se dobla, pero sí incomoda

Mientras los tabloides británicos la bautizaban con nombres mordaces como “Me-Gain” o “MeMeMeghan”, el apodo real elegido por Carlos III se mantuvo oculto al gran público. Pero ahora, al salir a la luz, genera más preguntas que respuestas. ¿Fue un elogio? ¿Una crítica solapada? ¿O ambas cosas? En una Casa Real donde las sonrisas son diplomacia y los silencios, sentencias, este detalle resulta más revelador que cualquier entrevista pública. El tungsteno, después de todo, no se dobla, no se oxida y no se rompe fácilmente, características que han definido el trayecto mediático de Meghan Markle desde su entrada en la realeza británica.

En paralelo, Meghan ha continuado consolidando su vida lejos de Buckingham. Su nueva apuesta televisiva, With Love, Meghan, un reality estilo "lifestyle" en Netflix, ha generado reacciones dispares, pero lo cierto es que consolida la imagen de una duquesa autosuficiente y mediáticamente rentable. El propio Carlos III habría dicho, según fuentes cercanas, que desea que su hijo y su nuera "se mantengan financieramente a flote" y, lo más importante, que “no llamen a su puerta”. Una frase que puede parecer amable, pero que esconde una inquietud institucional: la Casa Real prefiere a Meghan y Harry lejos. En un contexto donde la salud del monarca está en entredicho y la transición al reinado de Guillermo y Kate Middleton ya se vislumbra, cualquier sombra sobre la reputación de la familia real es un riesgo que Carlos no está dispuesto a asumir.