Carolina de Mónaco siempre ha sido símbolo de estilo, con un porte aristocrático y un gusto impecable que evoca la elegancia de su familia. Al igual que su madre, Grace Kelly, proyecta una presencia sobria y refinada, un look que fusiona sofisticación y distinción. Si bien su influencia va más allá de la moda, su temple y su saber estar la han posicionado entre las figuras mejor vestidas de la realeza, destacando por encima incluso de algunas contemporáneas.
Desde joven, Carolina de Mónaco ha sido perseguida por los medios y estos han estado muy atentos a su evolución. Con el tiempo, se volvió más evidente que tenía todas las herramientas para convertirse en una verdadera representante de la moda. En varias ocasiones, su presencia ha sido citada como superior a la de su cuñada, Charlene de Mónaco. Su estilo se caracteriza por la mezcla de prendas clásicas y elegantes de alta costura. Sus elecciones suelen combinar tendencia, calidad y un sentido de la ocasión que la convierte en un referente de porte y buen gusto. Para entender el giro hacia la alopecia, es imprescindible recordar el trágico inicio de los años 90 y cómo es que estos acontecimientos reforzaron un hecho en otro ámbito completamente distinto. Sigue leyendo para conocer los detalles.
Carolina de Mónaco estuvo calva, pero con estilo
El marido de Carolina, Stefano Casiraghi, falleció en un accidente, dejando a la royal viuda y con tres hijos pequeños: Andrea, Carlota y Pierre. Este momento doloroso la llevó a retirarse temporalmente de las actividades públicas para atravesar su duelo en un lugar donde pudiera proteger su intimidad de la mirada de los medios. La prensa eventual captó sus movimientos: una foto publicada por la revista Oggi la mostró sin cabello. Esta imagen dio la vuelta al mundo y se interpretó en aquel momento como consecuencia del enorme estrés sufrido.
Aunque nunca se confirmó con certeza la causa de la caída del cabello, la época llevó a que se atribuyera el episodio a su pérdida. Según el relato, la hermana de Alberto II habría tomado la decisión de raparse por completo la cabellera, una elección que dio paso a una nueva etapa de su imagen pública. A su regreso al Principado, retomó sus compromisos y lo hizo con una estética más estilizada y consciente de su impacto visual.
La ausencia temporal de cabellera no solo no le restó protagonismo, sino que la impulsó a explorar nuevas formas de expresión. A su regreso, potenció el uso de sombreros, mascadas y tocados, recuperando y reconfigurando accesorios que habían dejado de ser lo más actual. Sus combinaciones, audaces y a la vez distinguidas, con joyería y maquillaje que realzaba su rostro, fueron una novedad refrescante. Carolina de Mónaco volvió a abrirse al amor cuando inició una relación con Ernesto de Hannover en 1996. Se casaron en 1999; sin embargo, con el paso de los años mantienen vidas separadas. Es la idea de una relación que, si bien ya no es la de antaño, continúa formando parte de la narrativa de la realeza y la farándula.