La vida de Charlene de Mónaco, una figura admirada por su elegancia y pasado como nadadora olímpica, no ha terminado siendo tan de ensueño como se esperaba. Todo lo contrario. Lejos de las apariciones glamurosas en el Principado, la princesa ha atravesado etapas muy difíciles: una lucha silenciosa contra la adicción a los ansiolíticos y somníferos, que la llevó a ser ingresada en una clínica de rehabilitación en Suiza en 2022, y por la que sigue en tratamiento hoy en día.

A sus 47 años, Charlene ya no es esa mujer fuerte y disciplinada que marcó una época como deportista. La presión de su papel institucional, los constantes focos mediáticos y las tensiones en su matrimonio con el príncipe Alberto han sido factores clave en el deterioro de su bienestar mental. En un intento por gestionar el estrés, comenzó a consumir medicamentos que, con el tiempo, se transformaron en una dependencia devastadora.

Alberto de Mónaco y Charlene
Alberto de Mónaco y Charlene

Recurre a las pastillas para recuperarse

Lo que en un principio fue una solución puntual para calmar la ansiedad se convirtió en una trampa progresiva. Las pastillas pasaron de ser una ayuda ocasional a un hábito diario, hasta dominar completamente su rutina. Su entorno cercano relata que los cambios en su comportamiento y salud fueron evidentes: agotamiento, debilidad física y una pérdida casi total de interés por aquellas actividades que antes la apasionaban.

La Princesa de Mónaco ha reconocido en entrevistas recientes la dureza del proceso. Su cuerpo, antes entrenado para soportar el esfuerzo extremo, hoy le impone límites que ella nunca imaginó. “Mi mente sigue activa, pero mi cuerpo ya no responde como antes”, confesó con resignación. Los efectos acumulados del uso prolongado de fármacos han alterado su energía, su movilidad y su estado emocional.

Charlene Alberto GTRES
Charlene y Alberto / GTRES

Sigue en tratamiento, pero viendo la luz al final del túnel

En lugar de piscinas y entrenamientos, ahora su día a día está marcado por sesiones de terapia, atención médica especializada y un intento constante por recuperar algo de control sobre su vida. Aunque la evolución es lenta, Charlene ha decidido dar prioridad absoluta a su recuperación. La rehabilitación implica también distanciarse en parte de las exigencias del protocolo real y centrarse en sí misma, algo que durante mucho tiempo pospuso por deber.

Pese al hermetismo que suele envolver a la Casa Grimaldi, se sabe que la princesa continúa su tratamiento de forma regular. Su entorno ha optado por el silencio y la discreción, permitiéndole llevar su proceso lejos de la presión mediática. Mientras tanto, los rumores sobre su estado no cesan.