La Escuela del Aire de San Javier vive estos días un ambiente tenso. La llegada de la princesa Leonor genera expectación. No todos los días un futuro jefe de Estado comparte aula con aspirantes a militares. La curiosidad entre los compañeros es máxima, pero no todos están contentos con la situación.
Leonor realiza su formación militar obligatoria, pero no de la manera habitual. Su agenda ha sido adaptada. Mientras sus compañeros cumplen tres años de entrenamiento, ella recorre los tres cursos de las tres fuerzas en el mismo tiempo. Su participación con los alumnos de cuarto curso evidencia que no está al mismo nivel. Las normas han sido diseñadas para que pueda completar el programa y recibir la máxima condecoración, aunque su rendimiento académico y físico sea inferior.

El trato igualitario es solo de cara a la galería
Desde el principio, Felipe VI y Letizia solicitaron que no hubiera diferenciación oficial. En teoría, todos debían ser tratados por igual. Ya lo hicieron en años anteriores, en su paso por la Academia Militar de Zaragoza y en la Escuela Naval de Marín. Pero en la práctica, esto es imposible. La princesa necesita un trato especial y su formación se adapta constantemente. Para ella, el deber es más importante que el deseo. Solo espera que estos meses finales pasen rápido.
A pesar de la polémica, las autoridades militares sostienen que la situación no perjudica las calificaciones de los demás. La nota de Leonor es independiente, como si nunca hubiera estado en la academia.
Pero no son solo los privilegios lo que irrita a los compañeros. La madre de Leonor, la reina Letizia, ha impuesto normas estrictas para proteger a su hija. Entre ellas, prohibición de móviles, con el fin de evitar fotografías no autorizadas. También se exige una dieta controlada, basada en verduras y purés, sin fritos ni azúcares. La intención es preservar la salud y la imagen de Leonor, pero la medida afecta a todos los alumnos que entrenan junto a ella.

Privilegios y exigencias
Algunos estudiantes han empezado a mostrar descontento. Señalan que estas reglas generan incomodidad y dificultan la vida diaria en la academia. El control sobre teléfonos y comidas, además de la constante vigilancia de su entorno, ha despertado quejas en varios sectores. No se trata solo de los privilegios, sino de tensión constante y normas que se sienten excesivas. Los alumnos aseguran que las restricciones afectan indirectamente a la rutina y concentración de todos.
El escenario en San Javier refleja un conflicto entre protocolos reales y la vida real de los cadetes. Mientras la princesa debe recibir una formación completa y una protección especial, sus compañeros reclaman trato igualitario y menos normas restrictivas. La combinación de expectación mediática, privilegios visibles y exigencias impuestas por Letizia ha creado un ambiente complicado, donde la disciplina se mezcla con la frustración.