Con la aprobación de los presupuestos, la guerra para detener el Referéndum pasará a un nivel de pura desesperación. Veremos miembros de la antigua CiU pidiendo que no se vaya a votar por el bien de Catalunya. Veremos al expresident Mas multiplicar la gesticulación para intentar hacer creer a Rajoy que es él a quien dirige todavía el independentismo. Veremos a los españoles profiriendo grandes amenazas y mentiras.

Mas necesitó tanta energía para doblegar a Junqueras y demostrar que controlaba el país que no contó con que, cuando dos se pelean, siempre hay un tercero que saca partido de la situación. Ordre&Aventura, la candidatura que revolucionó las elecciones del Ateneu, sólo es una pequeña expresión de las poderosas nuevas alianzas que han impuesto el Referéndum cuando todo el mundo lo daba por perdido.

ERC y PDeCAT emiten su discurso en una longitud de onda que cada vez llega a menos adeptos y ya no tienen capacidad para frenar el discurso de la autodeterminación. Colau ha fracasado en su misión de neutralizar a la CUP, e incluso Fachin ha puesto en evidencia que el partido de Anna Gabriel es el único realmente fiel a los principios del 15-M. Jordi Pujol y su hijo Oriol hacen bien en preocuparse por lo que ha pasado en el Ateneu.

Desde el 27-S, los españoles se han tirado un tiro en el pie con cada jugada. No consiguieron mantener a Mas, ni tumbaron la mayoría absoluta independentista; tampoco consiguieron romper a la CUP ni han podido llevarla hacia la desobediencia folclórica. El fantasma de unas autonómicas se ha desvanecido y el último truco para intentar mitificar el 9-N es esta idea loca que ha salido de crear una asamblea de electos "por si acaso el Referéndum no se puede hacer".

La única manera que el Estado tiene de detener el Referéndum es aplicar la fuerza física el mismo día que se celebre la votación y esta es la única excusa que los partidos catalanes podrán poner a sus electores. Los próximos meses se verá que los discursos legalistas estaban hechos de humo y que las amenazas de Madrid contra la autodeterminación son como las que intentaron prohibir la exhibición de estelades en la final de la Copa del Rey.

La única cosa que se interpone entre Catalunya y la libertad es el trauma de los catalanes que han colaborado con la ocupación y que, en el fondo, tienen miedo de que su vida, llena de acciones pequeñas y mezquinas, se vuelva incomprensible en un marco que no sea represivo. Pensaba todo esto mientras veía ese vídeo del parlamento, en el cual Raúl Romeva acusa a Fernando Tomás de Páramo de encontrarse a gusto con las ordas falangistas.

Lo que falla de la respuesta de Romeva es que sólo lo defiende a él. El conseller de Exteriores se defiende a él, como hicieron siempre los convergentes que antes criticaba, porque cree que defender el país es demasiado peligroso. En un país normal, Romeva le habría recordado a De Páramo que, de catalán, no tiene nada, que sólo es un chico de Granada que ha encontrado en la opresión española un negocio para   llenarse los bolsillos y satisfacer su vanidad.

Mi familia ha visto pasar muchos aprovechados como De Páramo, desde los tiempos de los Tercios, y hace mucha gracia ver que Ciutadans acabará siendo un partido cantonalista, si no hay Referéndum. El unionismo está tan débil que tiene que hacer pasar jóvenes extranjeros por catalanes, para ayudar a los malotes de la Tercera Vía. El país es tan fuerte que Arrimadas ha sido premiada con un cargo en Madrid porque empezaba a empatizar demasiado con Catalunya de tanto pasearse por Ripoll.

Yo cada día pienso más en aquella dedicatoria que Josep Pla le hizo a Cruzet en pleno franquismo hablando de "vencer la catástrofe con las piedras dispersas de nuestro espíritu." Sin violencia, la fuerza dispersada se vuelve a concentrar y las formas de amor y colaboración no pueden controlarse. A medida que las dinámicas que agruparon Ordre&Aventura se consoliden, se irá viendo que un país en el cual Salvador Sostres necesita marcharse a escribir en castellano para tener una vida digna es un país ocupado y que la única solución es que, a partir de ahora, en Catalunya, las normas de convivencia las pongamos los catalanes.

En este sentido, el PP ha hecho bien en cambiar la metáfora del choque de trenes por la del coche que va en contra dirección. Si analizas la historia, España sólo ha podido doblar el Principado con el concurso de los vascos y la ayuda de las potencias extranjeras. A medida que la autodeterminación diluya el derecho a decidir se verá que los que van en contra dirección son los españoles; estos que, como el joven diputado De Páramo, intentan mantener los viejos privilegios que el Estado ha repartido hasta ahora por la fuerza.

En La Comunidad Valenciana, la demanda de estudios en catalán no para de crecer. La Vanguardia informaba el otro día que el jugador rosellonés de Balonmano Ludovic Fàbregas no quiere ir al París Saint Germain porque se siente catalán y prefiere jugar en el Barça. Si Catalunya no fuera tierra conquistada como decía Fraga hace unos años, el exministro Margallo no habría tenido que hipotecar el prestigio de España pidiendo favores absurdos, de dictadura bananera, y todavía confesarlo en público. Y así, un largo etcétera que nos morimos por poder ir comentando.