El resentimiento y la venganza pueden mover el mundo. Alexandre Dumas y su conde de Montecristo encabezan la lista de autores y obras que nos han explicado cómo el motor de la acción humana no siempre es el amor. La sed de justicia mezclada con la sed de venganza es muy potente. Y si ésta ya habitualmente se sirve fría, imaginaos en una institución milenaria: se sirve helada. En la Iglesia Católica Apostólica y Romana, el amor es, según nos dicen las Escrituras, el mandamiento mayor. Ahora bien, grande es también la institución eclesial, y grande es el arco temporal en el que se enmarca. Y cuando todo es muy grande, hay campo para muchas batallas, incluso para pontífices delirantes, caprichosos, incapaces. O directamente malvados. Y la ficción se divierte inspirándose en este intrincado mundo vaticano, que da mucho de sí por lo que vemos –símbolos, liturgia, silencios-, y que alimenta exponencialmente nuestra imaginación.

Resentido, cerrado en sí mismo, poderoso y solo. Así es como un papa joven, The Young Pope, ha llegado en forma de serie televisiva a las pantallas. Este pontífice agraciado físicamente ha decidido vivir recluido y prohíbe que nadie lo pueda visualizar. Empieza una involución, un papado puertas adentro. El Papa como ser escondido y atractivo es una faceta que el director Paolo Sorrentino ha osado presentar. Atractivo y misterioso. Críptico ya lo es de por sí, un Papa, por el solo hecho de ocupar la cátedra de Pedro. Normalmente –no es el caso ahora-, eres el único Papa en el mundo, cuando te toca serlo. El otro ya suele estar muerto. Ratzinger –que renunció ahora hace 4 años- ha creado una situación inusual, que es la convivencia entre dos papas, escenario ideal para conjuras y fieles al Antiguo Régimen. Hay sectores que defienden que el Papa "de verdad" es Ratzinger, y que ahora hay un argentino impostor que se ha instalado impunemente en el Vaticano, pero que eso ya pasará.

En la ficción The Young Pope, el Papa Pío XIII de la serie se parecería más a Juan Pablo II de joven. Lo encarna el actorazo Jude Law, que hace unas caídas de ojo entre tremendamente humanas y decididamente místicas que cautivan al espectador.

Los colores de la serie son fabulosos: el rojo mercromina de los cardenales, el blanco de la pureza perdida de la infancia, el gris político de las intrigas vaticanas que cantan los Manel

Los colores de la serie son fabulosos: el rojo mercromina de los cardenales, el blanco de la pureza perdida de la infancia, el gris político de las intrigas vaticanas que cantan los Manel.

La serie juega con una banda sonora híper moderna impensable en películas sobre el Papa, que habitualmente vienen acompañadas de música más al estilo de Las sandalias del Pescador. Hay escenas antológicas que ahorraremos para no estropear la emoción cuando las veáis por primera vez, y que cuando en la realidad volvamos a asistir a un cónclave, no podremos desincrustar de la memoria.

La mujer tiene un papel crucial. La que corta el bacalao es una pulcro Diane Keaton, la hermana Mary, que viene a tener un papel como de vicepapa o de secretaria de Estado y tiene una influencia personal directa e intransferible sobre el nuevo pontífice.

Precisamente ahora que circula la serie, el Papa Francisco ha pedido que se retire su rostro de las monedas de euro vaticanas

La mujer de un guardia suizo es la única que entiende al Papa. La encargada de comunicación vaticana encarna aquel aspecto pragmático y crematístico que acompaña a la institución y que el nuevo Papa desprecia: no quiere marketing ni ruedas de prensa ni postales ni estatuas con su rostro. La Virgen también va saliendo de vez en cuando. Y la madre del Papa va volviendo de manera insistente a la pantalla.

Sorrentino, que ya había engendrado Il divo o La grande bellezza, ha querido mostrar el poder y derivados, y ha escogido el Vaticano como podría haber escogido la Casa Blanca. Pero el poder terrenal con lo divino tiene mucha más fuerza que el apasionante pero finito poder temporal.

No deja de ser coincidente que precisamente ahora que circula la serie The Young Pope, el Papa Francisco haya pedido que se retire su rostro de las monedas de euro vaticanas. La serie sirve para desencadenar una reflexión sobre la soledad del poder y las insistentes presiones que acompañan a los hombres poderosos. Uno de los 7 sabios de Grecia, Pítaco de Mitilene, ya lo bordó: "Si queréis conocer a un hombre, revestidlo de un gran poder".