Leo en La Vanguardia que PDECat "integrará la plataforma de Mas" dentro del nuevo partido, que este sábado celebra su primer consejo nacional. La plataforma debería servir, supuestamente, para ampliar la base social del soberanismo, aunque no hace falta ser muy inteligente para ver que lo que quiere en realidad es secuestrarla y evitar una ruptura irreparable con el Estado.

Ante el referéndum, y de los resultados que dan las encuestas, da la impresión que Pedralbes ha perdonado a Mas y que algunos se han sentado a esperar que vuelva a salir dinero de debajo de las piedras, o de chez Pujol. Tomando de referencia la experiencia de la "casa grande del catalanismo", que se fundó para sacar el tripartito de la Generalitat, Mas hace tiempo que trabaja para crear una plataforma que vaya más allá de la desgastada Convergència.

Aunque las noticias lo pintan al revés, todo indica que, finalmente, será el PDECat el que se acabará convirtiendo en un apéndice de la plataforma de Mas, junto con otras entidades y liderazgos vinculados a un cierto centroderecha de postín. Ahora que la crisis ha pasado y que Soraya Sáenz de Santamaria tiene oficina en Barcelona, una parte del entorno de la vieja CIU anhela volver al 2012, cuando Mas tuvo que convocar elecciones para sortear el clima de crisis y el aumento de la temperatura independentista en la calle.

Con el apoyo de algunos históricos del catalanismo, Mas parece que se dispone a escribir su versión particular de La falsa ruta –el artículo de Valls y Taberner que certificó el final de la Liga y de un determinado país. La refundación de Convergència cada día que pasa da más la impresión de ser una operación para asegurar el poder territorial y, una vez esto esté atado y bien atado, enterrarla con la gente dentro, de manera que no se escape ningún independentista.

Marta Pascal y David Bonvehí viven permanentemente asediados por los obstáculos que les ponen los antiguos dueños del partido, y parece que sólo estén allí para despistar y para tener a los militantes entretenidos haciendo papeles y banderitas. Mientras que Mas quiere que el referéndum tenga, como mucho, un papel táctico, Puigdemont quiere que sirva para crear una situación irreversible, que lleve el conflicto con el Estado al campo de la democracia y la autodeterminación con todas sus consecuencias.

La plataforma de Mas quiere volver a la política de hacer país, con retórica independentista, y sumarse a la tendencia que hay en el conjunto del Estado de debilitar a los partidos para promover los liderazgos blandos, de festival titiritero de fin de semana. El expresidente parece que trabaja para erigirse como una especie de Colau de orden. Si Colau llegó para salvar a los pobres, Mas se reencontraría con su papel mesiánico gracias a la impotencia de la tribu para resolver el conflicto con España.

Aunque todavía es incipiente, la estrategia comienza a llegar a la prensa con declaraciones y entrevistas a colaboradores del expresidente. El hecho de que Mas insista tanto en la supuesta necesidad de ampliar la base del independentismo, como si el resultado del referéndum fuera más importante que su celebración, irían en la misma línea. La Vanguardia dio ayer una noticia con fotografia incluida que parecía sacada de contexto: se hacía eco del supuesto interés de Mas en qué el Ayuntamiento de Barcelona reforme la ordenanza de terrazas.

Si la plataforma masista sale adelante, no sólo veremos figuras como Mascarell o como Oriol Amat, que siempre han concebido el proceso como un movimiento táctico. Yo veo incluso los chicos de Fernández Teixidó o la fundación Portes Obertes del Fèlix Riera. Mas todavía cree que puede ser candidato –siempre que se presente como un hombre providencial, de último recurso–, pero como todo el mundo ve que está políticamente carbonizado podría ser muy bien que esté abriendo camino y tapando otras alternativas.

En todo caso, la Plataforma parece destinada a representar a los sectores que aceptarían el tradicional castigo de decimación y la disolución en un contexto españolizado, con la excusa de preservar la orden y el capitalismo. Ahora que entre la gente bien está de moda la basquitis es el momento de leer The Union, la obra de Michael Fry sobre el tratado de 1707 entre Inglaterra y Escocia. Es una lástima que haya tanos asesores que piensan que copian a los americanos y sólo reproducen sus defectos, sin sus grandes virtudes, que también son muchas.