Airbnb reunió el martes en su sede barcelonesa de Passeig de Gràcia un pequeño grupo de influencers para hablar de la filosofía de la empresa y de sus estrategias para establecerse en la ciudad. La compañía aprovechó la celebración del Mobil World Congres para raer a Catalunya su jefe de comunicación global, Chris Lehan, que es experto en gestión de crisis y que fue asesor de Bill Clinton y Al Gore.

Igual que Uber, Airbnb ha sufrido unos cuantos reveses desde el 2016. En Berlín, San Francisco y Barcelona la compañía ha hecho frente sanciones y restricciones. En Amsterdam y Londres ha tenido que acceder a bloquear a los usuarios que superan el numero de noches establecidas por la ley. En Nueva York, después de mucha resistencia, se ha visto forzada tomar medidas para limitar las actividades paralelas de los operadores turísticos.

A pesar del recorte de beneficios, Airbnb ha adoptado, a diferencia de Uber, una actitud comprensiva ante las administraciones locales. Sus directivos no entienden por qué las concesiones que han hecho por todo el mundo en términos de regulación no funcionan en Barcelona. La ciudad se ha convertido en un hueso duro de roer, y no solamente porque Ada Colau gobierne sobre la confusión que han generado el independentismo y la crisis financiera.

El problema que la compañía tiene en Barcelona es que el turismo es un avispero de intereses ocultos y contradictorios. Desprovista de poder político, la ciudad ha hecho de este sector el motor de su economía y de su prestigio internacional. Como el turismo es clave para controlar el país, tanto el Ayuntamiento, como la Generalitat, como el mismo Estado, miran de influir, sea directamente o a través de agentes interpuestos.

La falta de un poder estructurado hace que Airbnb no acabe de saber con quién debe negociar, un poco como le pasa a Rajoy cuando intenta parar el independentismo. Las pasiones que el modelo de negocio de Airbnb despierta a favor y en contra, en Barcelona se ven intensificadas por las reticencias de un país que, para mantener el control del territorio, ha desarrollado un fuerte escepticismo respecto de las modas y los negocios fáciles.

Lehan pasó un power point repleto de datos sobre las tendencias económicas y culturales de la globalización y presentó Airbnb como un agente que contribuye a democratizar el capitalismo, entre imágenes de ciudades endulzadas de photoshop. La compañía se presenta como un negocio comprometido con el futuro, que quiere contribuir a empoderar a los pequeños propietarios y empujar a las instituciones a encontrar formas más ecológicas de gestionar el turismo.

Las cosas son, naturalmente un poco más crudas. Como la clase media ha perdido poder adquisitivo, la posibilidad de ganar 5.000 euros en 60 días, suena como una ganga. El mismo Lehan explicó que el 30 por ciento de los europeos hacen algún trabajo por su cuenta, que los 50 por ciento de los contratos de nueva creación son temporales, y que más de la mitad de los puestos de trabajo son susceptibles de ser automatizados por la Intel·ligencia Artificial.

Airbnb se presenta como un negocio disruptivo y anti elitista, pensado para satisfacer el estilo de vida de los mil·lenials y las necesidades de los jubilados que se sienten solos y tienen habitaciones vacías en casa. Pero mientras promueve el turismo de proximidad e intenta penetrar en las ciudades con sus clubs de usuarios, también empieza a cultivar líneas de negocio relacionadas con el lujo.

La compañía de Silicon Valley está a punto de comprar Luxury Retreats, una empresa canadiense que ofrece vacaciones a 27.000 euros la noche, al Chateau Petit Versailles. La operación le tiene que permitir introducirse en el mercado de los viajes de alto nivel, que es el que da beneficios. Además, en un momento en el cual las ciudades han ganado valor geopolítico, la información que dan los movimientos de población y la distribución de la propiedad se puede convertir en un negocio de primer orden.

En un despacho decorado con un estilo fresco, lleno de murales y jamones de jabugo colgados en la pared, Lehan puso la filosofía de Airbnb en sintonía con los sectores que lideran los valores más positivos de la globalización. Aun así, no pude evitar sonreír cuando citó a Víctor Hugo para recordar los esfuerzos inútiles que algunas élites han hecho para frenar el futuro. O cuándo dijo, entre movimientos afirmativos de algunos de los invitados, que si Barcelona no aprovecha la oportunidad lo hará Helsinki.

Una dosis moderada de Airbnb no hará daño a nadie, pero mientras Barcelona no sea dueña de su futuro, corre el peligro de que los tópicos del turismo y la globalización le chupen la sangre y la alejen de su mundo. Mientras Lehan hablaba, el móvil me informó de que un académico ha determinado que Curial e Guelfa, una de las obras literarias más importantes del renacimiento, fue escrita en catalán, por un ayudante de Alfonso el magnánimo, que había nacido en Toledo y que vivía en Italia.

Quiero decir que la gente siempre ha viajado, y que lo importante es qué valor comercial tiene tu cultura, quien   manda en tu casa y qué hace con este poder. Si cuando los chinos miran la Sagrada Familia vieran a la civilización catalana emergiendo de las profundidades del olvido, un nuevo espacio turístico se iluminaría y Lehan estaría más contento aún, de venir a Barcelona, sabiendo que fuimos nosotros los que descubrimos California. 

Incluso sabría donde está Olot, ciudad base de los arquitectos que han  ganado el premio Pritzker de este año.