La hoja parroquial de la Tercera Vía ha empezado a promover la ocurrencia según la cual los catalanes habrían dejado atrás el Trienio Rupturista (a saber, el acaloramiento indepe que se produjo desde 2012 hasta el plebiscito del 27-S) para abrazar de nuevo la posibilidad de un pacto con Madrid. Es extraordinario comprobar como la simple hipótesis de un referéndum excita los nervios de la Plaza de Calvo Sotelo hasta el punto que los redactores de La Vanguardia han vuelto a rellenar la hoja de admisión del simpático lugar que las pijas de Barcelona llaman gym para practicar su deporte predilecto: moldear las encuestas hasta demostrar que cada vez hay menos independentistas y más habitantes de la tribu a favor de un pacto con el Estado.

Lo curioso del caso, y lo más risible del tema, es comprobar como los habitantes de la Third Way catalana se esfuerzan en demostrar el calor popular para con un pacto las condiciones del cual son absolutamente desconocidas incluso para sus apologetas. Es admirable, filosofía de parvulitos, como el sufridísimo redactor Carles Castro puede definir el acuerdo con Madrid como la visión realista de aumentar el autogobierno, contraponiéndolo a aquello que el independentismo sólo puede ofrecer a los ciudadanos en forma de sueño populista. Brillante visión del realismo, ya lo ven, aquella por la que alguien pretende un nuevo contrato con el Estado sin conocer ni una sola de sus cláusulas y curiosa lectura del populismo, mire usted, la que se basa en regalar el voto a los pobres e ineptos ciudadanos.

Si algo temen tanto los defensores como los detractores del referéndum es su carácter indudable de encuesta cruda y definitiva. El referéndum, pobrecito mío, ni se interpreta ni puede derivar en sociología de pacotilla alguna: sólo puede ser acatado escuchando el deseo racional de los ciudadanos o ignorado desde la cobardía política, bajo la excusa de continuar ejerciendo presión a los aparatos ideológicos del Estado para que finalmente hablen de tú a tú con Catalunya. Si existe algún ejemplo de realismo político en Catalunya es justamente la votación, que desafía por igual la insensibilidad democrática de los burócratas españoles como las cobardías del catalanismo cursi que siempre encuentra alguna excusa para no someter a sus ciudadanos a un plebiscito.

El Trienio Rupturista –amigos de Calvo Sotelo, ciudadanos por el pacto– es el referéndum, un pacto de todos con todos, un pacto de todos contra todos. Y que gane el mejor, como siempre.