Dos ministros de Mariano Rajoy hablando de golpe de estado en Catalunya, la titular de Defensa dejando abierta la posibilidad de una intervención de las fuerzas armadas en Catalunya en el futuro aunque no tiene intención de hacerlo inicialmente, el delegado del Gobierno asegurando que Puigdemont estaba poniendo en riesgo el autogobierno. Los diarios El País y El Periódico publicando, como borradores de la denominada ley de transitoriedad jurídica, documentos que ni son de trabajo dentro de la dirección del grupo parlamentario de Junts pel Sí ni responden a ninguna negociación con la CUP y que solo sirven para presentar a la mayoría parlamentaria en la Cámara catalana como un grupo de zombis, con propuestas tan estrafalarias como que el catalán sería la única lengua oficial en Catalunya. Esta es la foto del menú informativo de este martes si nos alejamos de la tragedia de Manchester que ha vuelto a recordarnos la facilidad terrorista para provocar una catástrofe.

Son solo unos pocos ejemplos de los dos ejes en que se mueve la respuesta a la conferencia del president Puigdemont y el vicepresident Junqueras en Madrid: un aumento de los gestos intimidatorios y grandes dosis de desinformación. En la época de la posverdad lo importante es centrarse en los sentimientos y en las emociones. Claro que la lengua llega directamente al corazón de las preocupaciones de muchísimas personas. Como las amenazas permanentes despistan de cuál es el objetivo que persigue el independentismo y que no es otro que poder votar de una manera acordada como reclama más del 70% de la sociedad catalana.

Una quincena de representantes de embajadas extranjeras, numerosos corresponsales extranjeros, representantes de un centenar de diputados del Congreso estuvieron presentes en el acto del ayuntamiento de Madrid y dudo mucho que asistieran a un acto ilegal, como aseveraron días atrás desde el ejecutivo. Nada de eso está sucediendo como pretende hacer creer el relato oficial, ni Puigdemont es un golpista como aseguraba a través del micrófono el locutor estrella de la segunda cadena española en número de oyentes. Lo que está pasando es mucho más sencillo: por primera vez, el gobierno español, desfondado además como está por el aplastante triunfo de Pedro Sánchez en el PSOE que pone en riesgo la legislatura española, ha concluido que el referéndum no es una estrategia política de Puigdemont y Junqueras sino que es una firme voluntad.

Seguramente, no era necesario que el president de la Generalitat fuera a Madrid y hubiera bastado con afinar los canales de información existentes en Catalunya para captar con precisión por dónde iban las cosas. O prestarles más atención. Pero nada de eso se ha hecho durante los últimos cinco años y cuando faltan, a lo mejor, no mucho más de un par de semanas para que se anuncie oficialmente la fecha del referéndum y la pregunta a los electores catalanes, Madrid envía señales preocupantes en un Estado democrático. Ese nunca ha sido el camino y tampoco será la solución.