En aquel largo ínterin entre las elecciones españolas del 20 de diciembre de 2015 y el 30 de octubre de 2016 en que Mariano Rajoy sumó los votos del PSOE -previo asesinato político de Pedro Sánchez por parte de un notable grupo de dirigentes y exdirigentes protectores y protegidos de Susana Díaz-  para permanecer cuatro años más en el Palacio de la Moncloa, se hicieron muchas promesas. Nadie sabía cómo iban a acabar tantos meses de desacuerdo político y el escándalo de la divulgación de las conversaciones entre el exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, y el cesado director de la Oficina Antifrau, Daniel de Alfonso, facilitó el acuerdo político para crear una comisión de investigación. El PP estaba aislado, Sánchez aspiraba a la presidencia y el escándalo inmediato de lo que entonces se empezó a conocer como "Operación Catalunya" iba en aumento.

Entre los diferentes actores políticos o del mundo judicial, un extraño personaje ha cobrado vida propia durante estos meses: el comisario (hoy ya excomisario) José Manuel Villarejo, el hombre que el Ministerio del Interior desplazó a Barcelona para buscar información, hilos de información o suposiciones de información para poder actuar contra el movimiento independentista catalán en su conjunto y contra sus líderes en particular.  Es una pieza clave, al menos, por lo que calla y que podría poner en tela de juicio muchas de las actuaciones del Gobierno español. Villarejo, por otra parte, presentó en diciembre una serie de documentos ante un juzgado andorrano que tienen que ver con el comportamiento del Estado español en el caso de la Banca Privada de Andorra.

Estamos hablando, por tanto, de un actor clave para explicar la guerra sucia del Estado contra el independentismo catalán. Pues bien, PSOE y PP han decidido que en la comisión de investigación del Congreso de los Diputados, Villarejo no sea citado. Como que con la suma de sus votos hay mayoría parlamentaria, la decisión avanzada fácilmente puede acabar siendo firme. No deja de ser llamativa la facilidad con que el PSOE se pliega una y otra vez a todos los deseos del PP aunque acaben minando su credibilidad. Y es un error pensar que sus pobres expectativas electorales, como así se señala en todas las encuestas, mejorarán sin un perfil propio y claramente diferenciado de la derecha. Porque para hacer un papel así, siempre el original suele ser mejor que la copia.