La deplorable intervención del portavoz del Partido Popular, Pablo Casado, asegurando que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, podría acabar como Lluís Companys refleja más que cualquier otra afirmación, comentario, análisis o valoración el momento exacto en dónde se encuentran las relaciones entre Catalunya y España. Un representante muy cualificado del partido que gobierna España desde 2011 declara al término de la reunión de la dirección del PP que Puigdemont puede acabar como Companys —que, recordemos, fue torturado, sometido a un consejo de guerra y fusilado en el castillo de Montjuïc el 15 de octubre de 1940— y nadie de su partido con mando suficiente le indica el camino hacia su casa de Soria o le obliga inmediatamente a rectificar y pedir perdón públicamente. Nadie, absolutamente nadie, había expuesto con tanta claridad desde un cargo público la legitimación de la violencia por parte del Estado y había tenido la osadía de comparar lo que sucedió bajo la dictadura al momento presente. Después de la violencia policial del 1 de octubre, lo menos que cabe considerar a Casado es un irresponsable y su declaración es sencillamente miserable.

En vísperas de la celebración del pleno del Parlament más trascendente desde la restauración de la Cámara catalana, en la primavera de 1980, parece que cualquier amenaza puede ser aceptada como una medida de presión para doblar la voluntad del Govern de Catalunya. Y todo no es aceptable en un marco democrático. Utilizar a Companys como arma arrojadiza es indigno y fachenda. En 1990 pidieron perdón Alemania y Francia por su actitud, cosa que aún no ha hecho España. Esa es su vergüenza pero la democracia española ni puede, ni debe subirse a este carro de quien, por cierto, también da el nombre al estadio olímpico de Montjuïc .

El 1 de octubre, más de 2,3 millones de personas acudieron a las urnas convocados por el Govern de Catalunya. Lo hicieron en unas condiciones extremas, después de meses sino años tratando de acordar con el gobierno español un referéndum legal, algo que el Estado español siempre consideró inverosímil y no acorde a derecho en base a la Constitución de 1978. Hubo constitucionalistas que no compartían este punto de vista, otros que plantearon hace años vías intermedias pero todas las puertas se cerraron una tras otra. En contra de lo que había garantizado el gobierno español a la comunidad internacional hubo urnas y hubo colas en los colegios electorales y además hubo escenas dantescas de represión que la ciudadanía catalana, una parte muy, muy, amplia no olvidará nunca. Qué enorme paradoja: Trump sabía lo que iba a pasar en Catalunya mucho más que el gobierno español. Esta acción puso al descubierto una situación de la que se ha hablado poco: el operativo de desplazamiento y almacenaje de las urnas en los días previos al 1 de octubre implicó a miles de personas. Estas, seguramente, lo comentaron a otros miles. Y aún así todas llegaron a los colegios sin que los servicios de seguridad policial fueran capaces de impedirlos.

En este marco de referéndum celebrado y de violencia policial el día de la cita con las urnas, comparece este martes Puigdemont ante la Cámara catalana. No habrá un paso atrás por su parte, ha dicho por activa y por pasiva. Habrá que ver, en consecuencia, qué pasos da y como oficializa lo que dice la ley del referéndum y de transitoriedad jurídica y la declaración de independencia. Carles Puigdemont, y con él su Govern, quiere que la vía de la mediación no se cierre y que algunas de las iniciativas en marcha fructifiquen. Es normal que sea así por más que el gobierno español rechace cualquier tipo de mediación venga de la Iglesia española, de gobiernos europeos, de foros de mediación en procesos de paz y en derechos humanos. Esta vía, Rajoy no la quiere ni abrir. Y el Govern quiere perseverar un tiempo en ella sin ser rehén de una negociación que hoy por hoy aún no se ve. Este es el nudo gordiano que Puigdemont revelará a partir de las 18 horas en el Parlament. Eso si el gobierno español en las horas que restan no impide su comparecencia.