La galaxia Impuestos está abandonando su rotación ordinaria adentrándose en zona de riesgo económico, en la que entra apostando que los beneficios del cambio serán superiores a sus costes. Donald Trump ha lanzado está semana en EEUU su reforma fiscal y Emmanuel Macron ha hecho tres cuartos de lo mismo en Francia. La razón es idéntica: hace falta crecimiento económico. Entre otras cosas, para paliar el tenso ambiente global.

La revolución fiscal de la Casa Blanca tiene tres escalones: para las empresas, el impuesto de sociedades baja al 20% desde el 35% vigente; la tasa media de los contribuyentes se establece en el 25% y la máxima en el 35% frente a al 39,6% actual. Puede haber una cuarta escala para las rentas superiores.

La razón es idéntica: hace falta crecimiento económico. Entre otras cosas, para paliar el tenso ambiente global.

Según decía recientemente "The Economist", "el sistema impositivo de EEUU es un desastre, un combinado de tasas excesivamente altas y generosas exenciones". Con ese sistema,  la economía americana dependía- aparte naturalmente de la actividad empresarial- de la política laxa de la Reserva Federal (Fed).

Una economía coja que adolece de falta de inversiones y de baja productividad, como ha reconocído Janet Yellen, presidenta de la Fed. Se estima que la fuerte imposición ha hecho que más de dos billones de dólares estén en paraísos mientras, paralelamente, la inversión ha estado retenida en las empresas, lo que ha dado lugar, según el prestigioso economista Stephen Roach, a un exceso de liquidez de 6 billones de dólares no absorbido por la economía real.

El presidente Trump había anunciado un recorte del impuesto de sociedades hasta el 15%, pero ha debido limitar sus ambiciones y dejarlo en el 20% para que cuadren las cifras. Según Mark Zandi, de Moody´s Analytics, la nueva tasa costará de 1,8 a 1,9 billones de dólares a lo largo de los próximos 10 años. Un crecimiento agrandado hasta su potencial, que es del 4%, permitirá -si se logra- cubrir ese gasto sin incurrir en mayores déficits. Es la apuesta.

 "El sistema impositivo de EEUU es un desastre, un combinado de tasas excesivamente altas y generosas exenciones".

Por su parte, tras el Brexit, el Reino Unido barajó también reducir su impuesto de sociedades hasta el 15% con el fin de atraer capitales abriendo una competencia directa con la la zona euro. No obstante, las últimas propuestas de Theresa May sugiriendo un acuerdo  con la UE orientado a lograr un periodo de transición post-Brexit de dos años pueden echar atrás el proyecto acariciado de una fuerte rebaja fiscal. Un divorcio amistoso puede ser más beneficioso para la City y los negocios  empresariales.

Similar moderación, frente a la "Revolución" prometida está mostrando Emmanuel Macron situando el impuesto de sociedades en el 30%, que se pondrá en marcha en 2018, reemplazando todos los impuestos y cargas sobre las rentas de capital.

El Elíseo quiere "una fiscalidad que incite a invertir el dinero en las empresas y en los fondos propios de éstas", "Se tiene necesidad de capital en la empresa, en la innovación", dice el joven presidente para transformar una economía esclerotizada que crecerá este año, según las previsiones, el 1,7%  frente al 2,2% de la zona euro.

"Se tiene necesidad de capital en la empresa, en la innovación"

De hecho, el conjunto de la zona deberá recuperar el equilibrio después de las últimas elecciones en Alemania, cuyos resultados han puesto entre paréntesis el relanzamiento europeo.

Japón ha entrado también en los grandes juegos, con el primer ministro Shinzo Abe, proponiendo un plan de expansión presupuestario de dos billones de yenes (15.000 millones de euros) para lograr una "salto de la productividad" de aquí a 2020. También ha anunciado elecciones legislativas anticipadas para el próximo 22 de octubre.

En un contexto internacional muy cargado (con la amenaza norcoreana muy cercana) Japón ha dispuesto iniciativas orientadas a salir de un atolladero que da muestras de ser general.