Durante años, Dani García fue sinónimo de excelencia gastronómica. Su cocina conquistó paladares y guías, al punto de convertirse en uno de los pocos cocineros españoles con tres estrellas Michelin. Pero ahora, su nombre suena en titulares como una de esas personas que tocó el cielo pero no tardó en descender a los infiernos.
Detrás de la sonrisa mediática de Dani García, se escondía una expansión agresiva y arriesgada de su negocio. El proyecto que prometía acercar su cocina al gran público, La Gran Familia Mediterránea, comenzó como un innovador modelo de comida a domicilio. Su propuesta era clara: ofrecer la experiencia de un restaurante de alta gama en el salón de casa. En 2022 parecía funcionar: 9,5 millones facturados. Pero un año después, el sueño empezó a derrumbarse: la facturación se desplomó hasta los 3,9 millones.

Amenazas de inhabilitación a Dani García
A partir de ahí, la caída fue en picado. El grupo empresarial Rima Gastronómica, que gestionaba la mayoría de sus negocios, acumuló pérdidas multimillonarias durante tres años consecutivos. Lo que más sorprende no es solo la magnitud del agujero financiero, sino la gestión deficiente que se señala en el informe judicial. Se acusa al chef de no haber declarado a tiempo la insolvencia, una omisión que podría costarle cinco años sin poder dirigir empresas y una multa de 2,5 millones de euros.
Según la administración concursal, mientras se generaban nuevas deudas, los locales no pagaban ni siquiera los alquileres. En un último intento de reflotar la situación, el fondo suizo Kharis Capital ha invertido 44 millones de euros en su grupo. Aunque la inyección financiera le da un respiro, no borra la imagen de un chef que pasó de servir bogavantes a celebridades a necesitar liquidar activos personales para hacer frente a las deudas.

Demostró tener el talento de Jordi Cruz en los fogones, pero no en el ámbito empresarial
Según Dani, los problemas financieros en este sector vienen dados en gran parte porque “mantener la calidad requiere una alta inversión en personal, género y maquinaria”. El margen de beneficio es mínimo. “El mundo de la alta cocina no es como cualquier ámbito profesional”, explicó el chef en una entrevista con Pablo Motos en ‘El Hormiguero’. “La recompensa económica no es proporcional al esfuerzo, trabajo o reconocimiento que el chef pueda tener”, lamentaba. Incluso “hubo un año y medio o dos en el que no tenía ni coche porque no llegábamos”.
Pero el cocinero no se rinde. De hecho, arrancó un nuevo. Se trata del restaurante Lobito de Mar, situado en el centro comercial de lujo de Pozuelo de Alarcón en el que hay tiendas, restaurantes y hasta un campo de golf. Un restaurante que ha cerrado hace poco, según apuntan fuentes vinculadas a Madrid Total. Pese a tener que bajar la persiana, el chef, lejos de rendirse, sigue buscando maneras de salvar lo que queda de su imperio culinario.