La presentadora catalana Tània Sarrias conduce, desde hace ya un tiempo, un programa excelente en TVE, en el circuito catalán, cada tarde. El programa Punts de vista, donde entrevista a invitados e invitadas que valen mucho la pena, donde se tratan temas de una manera diferente y atractiva, y donde tiene lugar el noble arte de escuchar, tan en desuso los últimos tiempos, sobre todo en la televisión. Escuchar lo que le explican, escuchar conversaciones deliciosas y pausadas, con buen rollo, interesantes y de personas con ganas de decir cosas. En este programa, por ejemplo, nos quedamos todos de pasta de boniato escuchando por primera vez a la actriz madrileña Natalia Sánchez hablando en un catalán casi perfecto. Y en este programa cada tarde se apuesta por la cultura en todas sus vertientes.

La presentadora catalana tiene (más allá de su talento como periodista y ante cámaras, que es muchísimo) la sana virtud de decir siempre lo que piensa y de no callar cuándo lo que ve a su alrededor chirría. Lo ha hecho este 8-M, Día de la Mujer, y lo hizo un día antes para dejar constancia de una lamentable certeza: que en el metro de Barcelona, cada día es el Día del Imbécil. O el Día del Incívico. O el Día del Miserable, del Egoista o del Sinvergüenza que solo se mira el ombligo. O en este caso, que solo se mira el móvil. Esto, una realidad incontestable, no es denunciable. Triste, sí, pero no hasta el punto de ser denunciado. Ahora, coges el metro, entras en el vagón, y seguro que el 90% de la gente tiene los ojos mirando la pantallita de las narices. Ni libros, ni conversaciones, ni estar distraido sin pensar en nada, ni gente pensando en algo... nada de nada. Todos con el puñetero móvil.

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Tània Sarrias / IG

El problema viene cuando por culpa de estar como hipnotizado con el aparato de marras, hay quien no ve nada de lo que pasa a su alrededor... O hay quien no quiere ver nada de lo que pasa a su alrededor, que también hay mucho caradura que se justifica en que iban distraídos. Gente lamentable que no ve (o no quiere ver) si en el vagón hay alguna persona mayor, alguien con muletas o bastón, alguna embarazada o alguien que no tendría que estar de pie y sí sentado. ¿Dónde? En los asientos donde están muchos, de todas las edades, pero lamentablemente, mucha gente joven y adulta. Y ya no digamos cuándo esta gente incívica está sentada en uno de los asientos reservados explícitamente. Y a Tània se le ha acabado la paciencia y verbaliza una verdad como un templo: "A los que estáis sentados en los asientos reservados de los transportes públicos: ¿podéis apartar un momento los ojos del móvil y mirar si alguien necesita sentarse? Gracias".

Tiene toda la razón. Pero como dice un seguidor en la red, este ejercicio, apartar los ojos del móvil y mirar si alguien necesita sentarse, lo tendrían que hacer todos los que están sentados, sean o no asientos reservados. Hartos, como Tània. Ya basta de ver esta escena que lamentablemente se repite día sí día también cada vez que subimos al metro. ¡Ah! Y aviso a navegantes, para los que van por la vida poniéndose de perfil, que también hay muchos: los pasajeros que van de pie y que también lo ven, tampoco estaría nada mal que hicieran notar a los caraduras que están sentados que dejen sentarse a quien lo necesite. Hay gente que lo hace, pero hay muchos que tampoco se meten porque no va con ellos. Basta ya de incivismo miserable y de falta de empatía.