Íñigo Onieva ha acabado para el derribo del fin de semana más importante de su vida. Como todos los novios que pasan por el altar, había nervios, tensión, cierto agobio.  Ahora cojan estos elementos y multipliquen su impacto por mil, y quizás así llegaremos a hacernos una idea de su estado anímico durante el enlace. Al revuelo mediático sumen el síndrome del impostor que sobrevolaba su mente constantemente. El runrún de sus infidelidades, mentiras y redención exprés era compartido por el 90% de los invitados. Ya había conseguido el perdón de su amada Tamara Falcó y el indulto parcial de la familia política, pero era necesario sellar el acto de contrición una vez convertidos en marido y mujer. Su discurso tenía que cerrar heridas y hacerle ganar puntos. Los necesitaba como el aire que respira.

La incomodidad del marido era manifiesta. Sobrepasado, dubitativo, dejado y luchando contra su "yo" interior. También cansado, porque ha dormido pocas horas, pero ha quemado la pista de baile. Ha encadenado farra tras farra, la primera después de la preboda en el Ritz. Hizo saltar las alarmas al desaparecer del mapa: las crónicas decían que "iba contento", que "cerró la fiesta, pero no se iba" y que formó parte de un pelotón que continuó el jolgorio hasta altas horas de la madrugada. La música, las bebidas y los colegas también lo acompañaron antes de salir hacia la ceremonia. Llegó de milagro, vaya. Parecía resistirse a su destino. O quizás al hecho de tener que dar la cara, bajar la cabeza y entonar el enésimo mea culpa por sus pecados.

Vestido Tamara boda Onieva Hola
Tamara e Íñigo, marido y mujer / Hola

El discurso de Íñigo Onieva, suplicando el perdón de la familia Falcó - Preysler

La papeleta era de las gordas. Onieva, flamante marido de la marquesa de Griñón, tomaba la palabra para hacer el brindis protocolario. Más que un brindis, sin embargo, era una confesión. Solo le faltó el látigo y flagelarse. Así se dirigió a la Preysler y compañía: “Querida familia política, os quiero pedir perdón de nuevo. Ya sé que en la pedida dijimos que el pasado se queda en el pasado, que miramos al futuro, pero os he hecho sufrir por mis errores a todos vosotros y es algo que no me perdonaré y que compensaré cada día de mi vida”. También dedicaba palabras a sus parientes, maltratados por la parte contratante:  "Llegar hasta aquí no ha sido un camino de rosas, no ha sido fácil. Sin vuestro apoyo y sin vuestro cariño no hubiese podido llegar; habéis sido mi gasolina”. Y finalmente, las frases a Tamara: "Mi amor, gracias a ti porque eres magia. Y porque eres un regalo de Dios que no sé ni siquiera si merezco. ¿Quién puede estar a tu altura? No sé, nadie. No te puedo admirar más en todos los sentidos. Estás a otro nivel de persona. Haces que yo, que tampoco estoy a tu nivel personal, sea una mejor persona cada día y sacas lo mejor de mí.

Isabel Preysler EFE
Isabel Preysler / EFE

Brindis facha para cerrar el mal trago: Onieva alza su copa por el rey y por España

Más loas y un poco de jeta:  "Suena a cliché… pero a lo largo de estos tres años de relación tú me has enseñado cosas muy importantes. El valor de la honestidad, sobre todo, muy importante. Para todos los que queráis tener una relación saludable, honestidad lo primero. Lo segundo, el valor del perdón. Tú, como estás a otro nivel, lo has hecho. Y el amar”. Dice que le ha aportado "paz, serenidad, estabilidad, equilibrio y amor". Sí. Y genuflexión absoluta. Cosa que demuestra el remate final, hablando del suegro que no conoció, Carlos Falcó. El marqués: Por él, por favor, alzad el vino que con tanto cariño hizo en nombre de sus hijas. Estamos en su casa y con su vino, así que por don Carlos Falcó, por Tamara, por todos vosotros, por España y por el Rey. ¡Viva!” Comienza a lucir el título aristocrático, un 10 en la escala facha, claro que sí. Con la plegaria por Felipe a la ceremonia a lo bonzo, el cuadro es precioso. Solo faltaba la infanta Elena.

Íñigo Onieva fiesta Telecinco
Los brindis de Íñigo Onieva ya no son lo que eran / Telecinco
Felipe mala cara GTRES
Felipe VI / GTRES

Menos preocuparse de España y del rey, y más centrarse en todo eso de la honestidad, la fidelidad y el amor. El reto que tiene en frente importa poco a la patria: no divorciarse dentro de dos meses, por ejemplo.