Para Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, todo lo que somos surge en la infancia. La mayoría de sus ideas nacen de la observación, de la experiencia clínica y de una reflexión constante sobre la infancia y sus consecuencias. Por eso, cuando afirma que “un hombre que ha sido el favorito de su madre mantiene el sentimiento de un conquistador”, no está haciendo una afirmación superficial, sino señalando una huella emocional profunda para llegar a la madurez y a la seguridad de uno mismo.

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Freud parte de una idea que atraviesa toda su obra: la infancia no se supera, se arrastra. Las primeras relaciones afectivas, especialmente con la madre, moldean la forma en que una persona se percibe a sí misma y al mundo. No se trata de recuerdos claros, sino de sensaciones que quedan alojadas en el inconsciente.

Ser “el favorito” no implica necesariamente un trato preferencial evidente. En muchos casos basta con haber sentido cercanía, cuidado, atención. Para el niño, esa experiencia se traduce en una certeza básica: la de ser querido. Y esa certeza, según Freud, puede transformarse más adelante en confianza, iniciativa y una cierta seguridad para enfrentarse a la vida.

La infancia es la etapa de desarrollo del ser humano 

El “sentimiento de conquistador” no debe entenderse como arrogancia ni como deseo de dominio. Freud se refiere más bien a una actitud interior. Quien crece sintiéndose aceptado tiende a arriesgar más, a no paralizarse ante el fracaso, a creer, a veces sin saber por qué,  que puede avanzar. Es una forma de estar en el mundo.

Desde el psicoanálisis, esta seguridad no surge de logros posteriores, sino de las primeras raíces que echamos. El amor recibido en la infancia funciona como una especie de respaldo emocional. Incluso cuando la vida adulta presenta conflictos, esa base permite sostenerse sin derrumbarse por completo.

Mirada desde hoy, la frase de Freud sigue siendo incómoda y vigente. Nos recuerda que la autoestima no se construye únicamente con esfuerzo o disciplina, sino también con vínculos. En una época donde se enfatiza tanto la autosuficiencia, Freud introduce una idea distinta: la fortaleza personal nace, en parte, de haber sido amado.

Esta reflexión no idealiza la maternidad ni determina el destino de una persona de manera absoluta. Freud no habla de causas únicas, sino de influencias. Sin embargo, pone en primer plano algo esencial: la forma en que somos mirados al inicio de la vida deja marcas que nos acompañan mucho más de lo que creemos.

Sigmund Freud LIFE
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