Durante décadas, Isabel Preysler ha cultivado la imagen de mujer perfecta: elegante, discreta y siempre rodeada de lujo. Sin embargo, detrás de los destellos de joyas y fiestas en mansiones se oculta un pasado que nunca ha querido airear. La publicación de sus memorias, tituladas 'Mi verdadera historia', promete remover los cimientos de su vida cuidadosamente diseñada. Pero la gran incógnita es: ¿hablará de los escándalos de sus hermanos y de la relación de su familia con las drogas?

Los seguidores de la socialité se preguntan si por fin romperá con el silencio que la ha acompañado desde su llegada a España en los años sesenta. Porque, aunque Isabel siempre se ha mostrado como una mujer de mundo, la realidad es que su “huida” de Manila estuvo marcada por un ambiente enrarecido en el que la adicción y los problemas judiciales ensombrecieron a más de un miembro de su familia.

El pasado oculto de Isabel Preysler y sus hermanos

El relato oficial habla de una joven filipina que aterrizó en Madrid para pulirse en las altas esferas, pero las versiones extraoficiales apuntan a una verdad menos glamurosa, insinuando que la historia familiar, en particular la actuación de los hermanos de Isabel Preysler, estuvo manchada por hechos turbios que terminaron por convertirse en una marca negativa para toda la familia. Carlos, apodado “Charlie junior”, llegó a estar en el radar de la Brigada Antidroga Americana y acumuló un historial digno de una serie policíaca: atracos a mano armada, acusaciones de violación, vínculos con el narcotráfico y estafas agravadas por las que pagó una condena de 5 años en la prisión de Muntinlupa. Aunque Isabel siempre defendió que su hermano fue una víctima de malas compañías, la sombra de las drogas jamás se disipó en torno a él. “Mi hermano estaba enganchado a las drogas. Algunos desalmados las vendían a la puerta de los colegios de Filipinas. Hay una generación perdida en aquel país por esta cuestión”, afirmó Isabel Preysler tras su muerte en 2013.

Muertes trágicas y acusaciones de heroína

El caso de Enrique, el mayor, fue aún más enigmático. Falleció en un hotel de Hong Kong en circunstancias extrañas, con rumores de consumo de heroína que todavía hoy dividen opiniones. Mientras la versión oficial apunta a un accidente por inhalación de monóxido de carbono, hay quienes aseguran que la escena estaba marcada por jeringuillas y restos de polvo blanco. Isabel, fiel a su estilo, negó siempre esa teoría con vehemencia, pero las dudas siguen ahí. Tampoco su hermana Beatriz escapó de la tragedia: un cáncer se la llevó en 2011, mientras que el hermano menor, Joaquín, acabó exiliándose en Canadá tras coquetear con el consumo de drogas en su juventud. En este entramado familiar, Isabel fue la única que logró escapar, blindando su vida en un entorno donde lo que no se cuenta, no existe.

La decisión de enviarla a Madrid no fue casual. Sus padres temían que Isabel cayera en la misma espiral que algunos de sus hermanos. A los 18 años, aterrizó en una capital convulsa pero llena de oportunidades. Su tía Tessy Arrastia la acogió en una lujosa vivienda de Paseo de la Castellana, donde la joven comenzó a tejer sus primeras redes de influencia en la alta sociedad madrileña. De reina de fiestas en Manila pasó a dama de clubs exclusivos en España, y allí empezó a desplegar el magnetismo que la haría célebre. Sin embargo, pocos sabían que aquella joven de sonrisa impecable venía huyendo de un entorno familiar plagado de secretos oscuros.