Hubo un tiempo en que Pablo Carbonell era sinónimo de irreverencia televisiva. Su voz y tono inconfundibles, y una sonrisa que se situaba entre el cinismo y la ternura, se convirtió en una de las caras más reconocibles del mítico programa ‘Caiga Quien Caiga’. Allí compartía micrófono y foco con El Gran Wyoming. Aquellos años de micrófono en mano, lanzando preguntas incómodas a políticos y celebridades, marcaron una era en la televisión española, en la que también coincidió con otros como Andreu Buenafuente.
Hoy, sin embargo, la escena ha cambiado radicalmente. Carbonell no camina por los pasillos de grandes cadenas y frecuenta poco las alfombras rojas. En la actualidad recorre pueblos y ciudades con su grupo de siempre, Los Toreros Muertos, un emblema de la Movida Madrileña que se resiste a desaparecer. Entre verbena y festival local, el artista se ha reinventado, mezclando música, teatro y una vida nómada que él mismo ha definido como su verdadera vocación.

Pablo Carbonell cambia el glamour de los platós por el contacto con la gente
A sus más de 60 años, Pablo no solo canta en escenarios móviles y fiestas patronales; también escribe, actúa y dibuja. Ha sido director de cine en la película ‘Atún y Chocolate’, una comedia con tintes dramáticos, y ha pisado numerosos teatros del país con propuestas como ‘El Crédito’, una obra que mezcla humor negro y crítica social.
Carbonell ha cambiado los platós por el contacto directo con la gente, aunque eso implique actuar en escenarios montados entre carpas, con luces de feria y niños corriendo por delante. "La verdadera fama es que te escuchen con atención en mitad de un campo de fútbol municipal", bromeaba en entrevistas.

Sus hijas son el pilar de su vida
En lo personal, Pablo acumula dos divorcios. Mientras sus dos hijas, Mafalda y Carlota, como él mismo ha definido, son el motor silencioso de todo lo que hace. "No necesito prime time. Necesito que mis hijas se sientan orgullosas", ha dicho.
Ahora Pablo Carbonell ya no pregunta con sarcasmo en la puerta del Congreso. Hoy canta, actúa y resiste. No es raro encontrarlo en la programación cultural de pueblos que pocos saben ubicar en el mapa. Aunque la televisión ya no sea su hábitat, sigue siendo un artista. Solo ha cambiado de escenario.