A sus 82 años, Raphael sigue demostrando que el tiempo no manda sobre él. Lo hace con la misma contundencia de siempre: cantando, viajando, llenando recintos y recordando que su vida está indisolublemente ligada al escenario. Y lo vuelve a confirmar justo antes de una nueva cita con su público en Barcelona, donde actuará el próximo 20 de diciembre en el Palau Sant Jordi, un lugar que lo ha visto brillar infinidad de veces.

La energía que solo encuentra cantando

Y es que el artista lleva décadas repitiendo lo mismo sin temblar, él no se jubilará jamás. No puede, no sabe y tampoco quiere. Para Raphael, llegar a las ocho de la tarde a casa y no estar preparándose para cantar es un vacío que no entiende. Lo confesó hace años y lo reafirma siempre que puede, con más fuerza que nunca, porque subir al escenario es su motor, su pulso y ese rincón donde todo vuelve a encajar aunque haya días difíciles.

raphael latin grammy efe
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De este modo, ni los problemas de salud ni el paso del tiempo han logrado frenarle. Al contrario, cada concierto se convierte en una declaración de intenciones, en un recordatorio de por qué su figura sigue intacta después de tantas décadas. Raphael canta porque lo necesita, porque es su manera de respirar y porque su identidad se rompe en mil pedazos cuando no pisa un escenario.

Un calendario imparable incluso fuera de España

La realidad es que su actividad no se limita a España. Raphael mantiene un ritmo internacional que sorprende incluso a los más veteranos del sector. Este diciembre viajará a Eslovaquia, donde actuará en Poprad, y después a Chequia, en Brno, antes de regresar a Madrid el día 7 de diciebre para reencontrarse con su público español en otra noche que promete ser inolvidable.

Y es que pocas figuras de la música pueden presumir de giras tan exigentes a su edad, y aun así mantener una energía escénica que desarma a cualquiera. No importa la ciudad, el idioma o la temperatura: cuando Raphael pisa un escenario, el tiempo se suspende y solo existe su voz, su presencia y ese magnetismo casi indestructible.

Así pues, hablar de jubilación con Raphael es absurdo. Él nunca ha funcionado como los demás. Vive a través de la música, encuentra su equilibrio en las luces del escenario y siente que su sitio está ahí, siempre ahí. Y mientras esa llama siga encendida, Raphael seguirá viajando, cantando y recordando al mundo que hay artistas que no se retiran, porque su vida empieza, y termina, sobre las tablas.