Raphael no se jubila. O mejor dicho: puede jubilarse, pero no quiere. A sus 82 años, el artista sigue subiéndose a los escenarios como si el calendario no fuera con él, mientras compatibiliza su actividad con la pensión máxima de jubilación. Un lujo legal, poco conocido y que ha despertado la curiosidad de muchos: ¿cómo lo hace y por qué sigue trabajando si no lo necesita?
La respuesta es sencilla y muy propia de Raphael. Porque puede y porque le da la gana. El cantante lleva más de seis décadas cantando, girando y llenando teatros, y a estas alturas no actúa por obligación económica, sino por puro instinto. Raphael no concibe la vida sin focos, ni los focos sin su voz. Y mientras el cuerpo aguante, él sigue.
Jubilado en los papeles, activo en los escenarios
Lo cierto es que Raphael cumple los requisitos desde hace más de veinte años para cobrar su pensión sin penalizaciones. El régimen especial de los artistas en España permite jubilarse antes, siempre que se haya cotizado lo suficiente en el sector, algo que en su caso supera con creces. Traducido: tiene derecho a cobrar lo máximo y seguir trabajando sin que nadie le quite nada.

Lejos de esconderlo, su caso se ha convertido casi en un ejemplo. Mientras otros artistas desaparecen o se retiran a medias, Raphael ha decidido hacerlo todo a la vez y cobrar lo que le corresponde y seguir dando conciertos. Sin dramas, sin discursos épicos y sin mirar atrás.
Raphael no sabe vivir sin cantar
El cantante no está jubilado por una razón muy clara, porque no quiere estarlo. A los 82 años sigue sacando discos, preparando giras y manteniendo una agenda que muchos cuarentones no aguantarían. No hay nostalgia ni retirada dorada, hay escenario, camerino y aplausos. En su entorno lo tienen claro: parar sería peor que seguir. Raphael necesita cantar como otros necesitan respirar. El público lo sabe y se lo devuelve llenando auditorios allá donde va. No hay sensación de despedida, ni gira final, ni mensajes de adiós. Cada concierto es uno más, como si el tiempo se hubiera rendido.
Mientras otros cuentan los años que les faltan para jubilarse, Raphael cuenta canciones. Cobra su pensión, sí, pero también cobra ovaciones. Y, por ahora, ninguna de las dos cosas parece que vaya a desaparecer de su vida. Porque Raphael no trabaja para vivir. Vive para cantar. Y mientras pueda, seguirá haciéndolo. Aunque tenga 82 o más.