Ser uno de los mejores escritores que hay en este país no se consigue así como así. Evidentemente, hay el inmenso talento natural que hay en su cabeza, pero detrás de Quim Monzó, hay horas y horas de trabajo, horas y horas de lectura y escritura que lo han convertido en uno de los autores de cabecera para muchos lectores.

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Quim Monzó, con Jordi Basté / @jordibaste

Pero también, en su caso, hay horas y horas de ir por los lugares bien atento, captando todo lo que pasa a su alrededor, distrayéndose (verbo maravilloso) mientras va paseando arriba y abajo y fijándose en lo que ve cuándo sale a la calle.

A menudo lo muestra en sus artículos imperdibles en La Vanguardia, especialmente únicos son los textos que hace cuando va a algún restaurante o local y se sorprende con un plato, con la decoración o con lo que hacen o dejan de hacer los camareros y los clientes. Pero también cuándo ve alguna cosa que le llama la atención donde sea, como en el súper:

Pero el autor de El porqué de las cosas, Mil cretinos o La magnitud de la tragedia también se queda con algunos detalles que encuentra, por ejemplo, en una puerta del barrio de Sant Antoni. Una puerta donde, a juzgar por lo que han puesto, la tragedia que se avista tendrá una magnitud considerable.

Monzó escribe: "Tensión en el barrio de Sant Antoni". Y ciertamente, la tensión se puede cortar con un cuchillo viendo lo que han enganchado en una puerta de donde no puedes apartar la mirada. Todo en ella es un cuadro barroco. Los visillos blancos. El cartel amarillo con la cámara de 'Zona videovigilada' y, especialmente, toda la customización que han hecho del cristal, lleno de letreros y carteles de diferentes tamaños con mensajes amenazadores que no invitan precisamente a tomar un té y unas pastitas en harmonía.

Quim Monzó TV3

Quim Monzó / TV3

Los ha escrito un vecino de la zona que está hasta las narices de una conducta vandálica muy peculiar. Se leen, por ejemplo, amenazas que ríete tú de Los Soprano o de la cabeza de caballo en la cama en El Padrino: "Deja de poner líquido de alquitrán y líquido marrón tóxico en la puerta. Deja de rajar las baldosas del ayuntamiento de la puerta".

U otro: "Aviso a la Guardia Urbana". O uno que suena a se va a habé un follón que no sabe ni donde s'ha metío: "Hay una mujer que trabaja en la Avenida Mistral y viene todas las mañanas. No para de rajar las baldosas que son del ayuntamiento. Como siga rompiendo las baldosas se va a meter en un lío muy gordo". Y el último: "El día que rompas algo de las puertas o candados, o pongas hojas con aceite serás denunciada".

Ni Luca Brasi sonaba tan implacable. La red se ha abonado en cero coma:

Como dice este último usuario, aquí detrás hay una historia. Nos morimos por ver si Monzó escribe algún cuento en alguna de sus recopilaciones futuras que se titule 'La puerta'.

Pero por si no fuera suficiente, queda la guinda del pastel, imperceptible a primera vista, pero igualmente necesaria para configurar la puerta más surrealista del barrio: las estampitas del siglo pasado llenas de vírgenes y un adhesivo donde se lee: "Yo amo a mi perro. Nunca lo abandonaré".

lleva quimo

Insuperable.

Por cierto, si Monzó vuelve pronto a pasear por delante de esta puerta, pedimos que nos informe de cómo está el patio sobre el tema de rajar las baldosas.