En la vida de Isabel Preysler, cada gesto ha sido observado, cada palabra repetida en titulares, y cada romance convertido en material de portada. Sin embargo, entre tanto destello mediático, existen figuras que permanecen en la sombra: sus nietos más desconocidos, hijos de su primogénita Chábeli Iglesias, quienes han optado por un destino radicalmente distinto al que marcó a personajes como Enrique Iglesias o Tamara Falcó. Lejos de los flashes, Alejandro y Sofía Altaba Iglesias viven una existencia marcada por la serenidad, en contraste con el ruido mediático que rodea al resto del clan. Estos dos nombres, aunque poco pronunciados en revistas del corazón, encierran historias que reflejan la parte menos vista de una familia que siempre ha vivido en el filo entre la discreción y el espectáculo.

Alejandro Altaba Iglesias: el nieto que sobrevivió contra todo pronóstico

Alejandro Altaba Iglesias, primogénito de Chábeli y Christian Altaba, nació en 2002 en circunstancias críticas. Llegó al mundo con apenas 24 semanas de gestación, un hecho que desató la alarma en la familia, puesto que estuvo al borde de no sobrevivir. Su abuela Isabel Preysler vivió esos días con el corazón en un puño, y esa difícil experiencia forjó un vínculo emocional imposible de romper.

Mientras los apellidos Iglesias-Preysler suelen asociarse con mansiones, música pop y reality shows, Alejandro ha elegido un camino totalmente distinto. Hoy, a sus 23 años, se dedica con disciplina a sus estudios de Derecho y a su pasión por el deporte, equilibrando el tiempo entre las aulas y la cancha, donde el fútbol y el tenis le ofrecen un escape del peso que representa su apellido. Nada más lejos de un photocall: su vida está diseñada para el anonimato.

Sofía Altaba: la niña que llegó para sanar a la familia

Si la llegada de Alejandro fue un desafío marcado por la angustia, la de Sofía Altaba se vivió como una bendición. Tras un aborto espontáneo que dejó huella en Chábeli, la pequeña nació en 2012 y rápidamente se convirtió en el centro de atenciones de su casa. Hoy, con 13 años, sigue la misma línea de discreción que su hermano mayor, criada en un entorno protegido en Miami, donde el apellido Iglesias apenas resuena en las aulas de su colegio. El rol de Alejandro como hermano mayor ha sido clave. Según confesó su madre, el joven siempre se ha mostrado protector, aunque la pequeña Sofía, vivaz y despierta, sabe cómo robar la atención familiar. Pese a su carácter alegre, poco se sabe de su día a día, y esa es precisamente la estrategia: mantenerla lejos de los titulares que siempre rodean a sus famosos parientes. 

Mientras estos dos nietos de Isabel Preysler permanecen en la penumbra, otros han heredado inevitablemente la exposición pública. Los hijos de Enrique Iglesias y Anna Kournikova generan una curiosidad internacional que crece con cada aparición mínima en redes sociales o cada vez que se filtra una fotografía robada. Y con el cuarto bebé en camino, la expectación en torno a la pareja no hace más que crecer. A pesar de que la pareja intenta mantener la privacidad, la presión mediática es constante, algo de lo que Alejandro y Sofía Altaba Iglesias parecen estar a salvo, al menos por ahora.