Algunos grandes sabios (o grandes locos) leían el futuro mirando el fondo de las tazas de café, viendo el vuelo de las golondrinas o esparciendo unos huesos de gallina por la arena. El Maestro Joao, pintoresco personaje que el gran público conoció gracias a Supervivientes, marca blanca de los videntes tronados televisivos (y ya es decir), veía más claro lo que pasaría siguiendo con atención las sutiles líneas que se forman en los culos de las personas.

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Con Jorge Javier Vázquez se recreó tanto que al presentador de Badalona se le ha acabado el misterio de la vida para siempre: ya sabe cómo será su futuro hasta que llegue a los 80 años. El vidente explotó esta vena lectora en la isla de Honduras en la que concursó. ¿Quién ha dicho que para leer hacen falta libros? En el programa se hizo famoso por leerles la cartilla a sus compañeros de concurso, cosa que le valió que lo invitaran a alguno que otro programa de Telecinco y que se sacara un sobresueldo que le ha servido para pagarse unos retoques estéticos considerables en todo el cuerpo. La cara le ha cambiado totalmente. No es la única parte del cuerpo que ha mutado.

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Por arte de bisturí, o de photoshop, su culo también ha experimentado una mutación grotesca. Porque el Maestro Joao ha decidido exponer su retaguardia para que sus seguidores hagan con él lo que él acostumbra a hacer: "Yo ya he leído muchos, ahora que me lo lean a mí....", pide él mismo al lado de una foto en su Instagram que ha trastornado la red. "Hay un poco de foto entre tanto Photoshop", "Qué culazo! Apenas está retocado", "La foto tiene más photoshop que el Maestro Joao bótox en la cara", "Has usado todo lo habido y por haber en tecnología de filtro, luces, fhotoshop, cuerpos astrales, máquinas del tiempo y hasta la varita mágica del hada azul de Pinocho...", "Yo leo que este culo no es tuyo"..., son algunas de las reacciones que ha despertado la lectura de esta imagen:

Quizás el futuro no te lo adivina, pero sí el presente: te está llamando bobo a la cara. O mejor dicho, al culo, por estar haciendo el ridículo permitiendo que alguien te esté mirando fijamente las nalgas y diciéndote lo que quieres oír.