El programa El hormiguero, a pesar de tener muchos detractores, sigue teniendo unas audiencias despampanantes. A pesar de las críticas, tanto las que van dirigidas hacia su presentador y director, Pablo Motos, como hacia buena parte de sus colaboradores, de vez en cuando saca la cabeza por allí alguien que vale la pena. Como el inclasificable Luis Piedrahita. El cómico gallego, multidisciplinar (mago, escritor, director de cine, guionista...), tiene una manera de explicar las cosas y un look tan personal, con sus inseparables gafas y el flequillo de lado, que a menudo provoca carcajadas cuando explica qué le ha pasado o hace alguno de sus shows por el país. Ahora, Piedrahita ha sido el invitado de dos tipos que, como él, llevan el humor por bandera, los muy recomendables Ignasi Taltavull y Tomàs Fuentes de La ruina, donde llevan arriba y abajo su pódcast en el cual diferentes personas confiesan momentos ruinosos de su pasado, de aquellos de tierra trágame.
Y Piedrahita no ha decepcionado con su recuerdo de que pasó unos cuantos años atrás, cuando todavía ni se imaginaba que se ganaría la vida haciendo reír al personal. Recuerda cómo de pequeño tenía (y tiene) un amigo íntimo, Edu, donde vivían los dos, en A Coruña. Explica que los dos eran muy fans de series como El equipo A, Mac Gyver y este estilo, como muchos de los niños de aquella época, "cosas de niño flipao". Un día, le llama por teléfono Edu y le dice: "Luis, ven corriendo a mi casa. Y yo no dejé que siguiera hablando: colgué y fui allí sin saber qué era. llego y ya estaba la puerta de su casa abierta para no perder ni un segundo. Entro y me invita a entrar en zonas secretas como es el dormitorio de los padres. Y no solo eso, sinó al cuarto de baño de los padres".
¿Y qué hicieron allí Luis y Edu? Mejor dicho, qué vieron allí... Abrieron la puerta del armarito de los medicamentos, donde había una caja de tampones, de 'Tampax'. "Los dos miramos los tampones puestos con sus cordelitos de algodón, nos miramos y dijimos: '¡¡Dinamita!!'". Para aquel par, aquello es lo que era, con aquella forma. "No podemos llevarnos toda la dinamita porque tu madre la tendrá aquí para lo que sea... Nos llevamos 3 cartuchos de 'dinamita'". ¿Para hacer qué?: "Para ponerlos en las cacas de perro en la plaza, que es lo que hacíamos con los petardos". Pero aquello, evidentemente, no estalló... "Clavo el támpax en una caca, enciendo la mecha en el hilo... y se apaga". ¿Conclusión?: "Esto es porque como tu madre guarda la dinamita en el cuarto de baño, con los vapores de la ducha, se le ha humedecido. Creo que es nuestro deber decírselo".
Y fueron a hablar con ella. Con la madre de su mejor amigo. A confesar: "La dinamita, por los vapores de la ducha o por lo que sea, está mojada y no la podrás utilizar. La madre nos mira, sacamos los támpax, y nos dice: 'vosotros sabéis para qué es esto?'. Y nosotros: 'Por supuesto'. Y ella: 'Vale, así ya no os lo tengo que explicar. ¿De qué queréis el bocadillo?'... Merendamos y allí se quedó la historia. Ella no quería preguntar ni nosotros queríamos saber".
Sensacional. Y poca broma, que si MacGyver coge un tampón, lo hace explotar cien por cien.