De un pueblo malagueño a la pantalla del móvil, sin soltar la llana. Juan Diego Rodríguez, albañil de una familia de constructores, abrió TikTok en 2020 casi por accidente: su prima le creó la cuenta una noche, subió un vídeo que ya tenía en el móvil y a la mañana siguiente vio 300 seguidores y 4.000 visualizaciones. Decidió preparar material durante un mes y publicar a diario. En diciembre sumaba 10.000; al año, 300.000. “Abrí TikTok y en un año llegué a 300.000 seguidores, pero yo ya tengo mi clientela”, resume en una entrevista en el podcast 'Sector Oficios'.

Juan Diego en el podcast Sector Oficios
Juan Diego en el podcast Sector Oficios

Viralidad con freno de mano

La exposición no le cambió la hoja de ruta. A diario le llegan solicitudes de presupuesto, pero su prioridad es la cartera de clientes que lo ha sostenido desde siempre. “Tengo allí mi clientela y les tengo que atender; el trabajo lo tengo en la puerta de casa”. Solo se desplaza si el encargo es muy específico: “Tiene que ser algo que solo yo pueda hacer”.

Su crecimiento en redes no nació de un plan de marketing, sino de mostrar el oficio: ejecuciones limpias, detalles cuidados, soluciones claras en viviendas antiguas con morteros de cal. Un día, tras colocar una terraza “sin manchar una losa”, pensó que aquello debía verse y abrió sus perfiles como escaparate del trabajo bien hecho. La idea: contrarrestar la etiqueta de “chapuzas” y dignificar la construcción enseñando procesos y resultados.

Juan Diego en el podcast Sector Oficios
Juan Diego en el podcast Sector Oficios

El oficio manda

Antes de las redes, la empresa que montó con su padre en 2009 llegó a tener 12 trabajadores y varias obras simultáneas. El balance no cuadraba: pagaba todo y no le quedaba nada. Tomó una decisión dura: reducir plantilla y quedarse solo. En seis meses generó más que en los cuatro años previos. Su padre pasó a coordinar obras desde el ayuntamiento; él volvió a un ritmo sostenible, “obras tranquilas, bien hechas y sin prisas”.

En paralelo, los fines de semana empuñó la cámara: bodas y comuniones que hoy resuelve con un pequeño apoyo, mientras él mismo graba y edita el contenido de redes “a su manera”. Pero la llana sigue delante del móvil. La reputación le llega por donde siempre: boca-oreja. Clientes que repiten años después, recomendaciones que saltan de un electricista a una urbanización, de una charla en el campo de golf a Sotogrande.

Para quien empieza, su consejo no va de atajos: aprender con un maestro, formarse, paciencia. “No te tomas una píldora y mañana eres oficial”. Cree que el espejismo de “ganar millones” en lo digital ha erosionado la cultura del esfuerzo, mientras que en la obra todo se construye paso a paso.