El irreverente Joaquín Sabina, en plena gira de despedida, no solo llena estadios con su voz rota y su poesía callejera, también deja titulares por su apetito desbordante y poco saludable. Mientras espera los días para presentarse en Granada y Barcelona con su esperado tour “Hola y adiós”, el artista demuestra que en la mesa es tan anárquico como en el escenario. Su debilidad culinaria no es un plato ligero ni mucho menos compatible con las recomendaciones médicas: los legendarios huevos rotos al estilo Casa Lucio. Lejos de las ensaladas o las dietas verdes que pregonan los expertos, Sabina prefiere esta receta cargada de patatas fritas, huevos con yema líquida y, en muchas ocasiones, jamón ibérico o chorizo. Una delicia calórica que, según los cardiólogos, debería consumirse con cautela, pero que para el cantautor es un placer irrenunciable.
Los huevos rotos, la tentación madrileña que atrapa a Sabina y a Hollywood
En una entrevista reveladora, Sabina confesó que su mayor gusto gastronómico no es otro que los huevos rotos marca Lucio, acompañados siempre de un buen Rioja. Y no está solo en esta pasión. La receta de Lucio Blázquez, dueño de Casa Lucio en Madrid, ha hecho caer rendidos a celebridades internacionales como Will Smith, Tom Cruise, Pierce Brosnan o Chayanne. Nadie escapa al embrujo de este plato castizo que, aunque sencillo, es considerado una auténtica obra de arte culinaria. El secreto, según el propio Lucio, radica en la materia prima impecable: patatas gallegas, huevos de Ávila y aceite de oliva virgen extra de Jaén. Ingredientes básicos, pero capaces de provocar un estallido de sabor. Es precisamente esa simplicidad sabrosa lo que convierte a este plato en una bomba de calorías que aterra a los médicos pero enamora a las estrellas.
El pecado gastronómico de Sabina frente a las recomendaciones médicas
Los nutricionistas lo repiten como un mantra: exceso de frituras, grasas y sal son enemigos declarados del corazón. Sin embargo, el cantautor nacido en Úbeda prefiere desafiar esas advertencias y seguir disfrutando de lo que considera su ritual gastronómico favorito. A sus 76 años, Sabina no está dispuesto a renunciar a esos momentos de placer que lo conectan con la esencia madrileña y con una vida bohemia que siempre lo ha definido.
Lo cierto es que los huevos rotos de Casa Lucio han adquirido categoría de mito. Tanto, que incluso los propios médicos admiten que el problema no está en degustarlos, sino en hacerlo con frecuencia. Una trampa irresistible para quienes, como Sabina, encuentran en la mesa un refugio de sabor y nostalgia. Así que, mientras las luces se encienden para corear sus últimas canciones, el flaco de Úbeda deja claro que no solo se despide de los escenarios, sino que lo hace reafirmando su espíritu libre, incluso en lo gastronómico.
Su plato predilecto no es casualidad: refleja su carácter rebelde, su gusto por lo popular y su capacidad de convertir lo cotidiano en poesía. Los cardiólogos podrán advertir, los nutricionistas podrán alertar, pero Joaquín Sabina continuará levantando la copa de Rioja y rompiendo huevos sobre un lecho de patatas, celebrando la vida como solo él sabe hacerlo: con exceso, con arte y con ese aire canalla que lo ha convertido en leyenda.