Nadie lo esperaba, pero Tamara Falcó ha soltado una bomba que ha sacudido los cimientos de una de las familias más glamurosas del panorama nacional. Todo comenzó con una inocente —o no tanto— publicación en redes sociales: un carrusel de fotos dedicado a su hermana Chábeli Iglesias, acompañado de un texto de felicitación... ¡El 1 de agosto! ¿El problema? Desde hace más de cinco décadas, los medios y registros públicos aseguran que Chábeli nació el 3 de septiembre de 1971. Este desliz de Tamara, lejos de ser un simple error de fechas, ha destapado una presunta falsificación documental con un único objetivo: disimular que Isabel Preysler se casó embarazada de Julio Iglesias.
Las alarmas se dispararon rápidamente. No fue un medio cualquiera el que se hizo eco del desliz, sino una de las voces más críticas y sin pelos en la lengua del corazón: Maica Vasco, quien no dudó en calificar la acción de Tamara como una respuesta a su propia infelicidad, argumentando que “empieza a hacer daño y a machacar a todo su entorno”. Y no es para menos. Años atrás, el propio Jaime Peñafiel ya había insinuado que la boda de Isabel Preysler y Julio Iglesias fue una solución de emergencia ante un embarazo inminente. Sin embargo, jamás se sospechó que la pareja habría ido tan lejos como manipular la fecha oficial de nacimiento de su primogénita. Y es que, de acuerdo con la nueva versión que ahora gana fuerza, Chábeli habría nacido el 1 de agosto de 1971, no el 3 de septiembre, como siempre se ha dicho. Un mes de diferencia que desmonta por completo la coartada del "embarazo de siete meses", utilizada durante décadas para justificar los plazos entre la boda y el parto.
Falsificación, secretos y un matrimonio forzado
La revelación deja entrever que el matrimonio de Isabel y Julio fue precipitado no por el amor, sino por la presión social y familiar. En una época en la que un embarazo fuera del matrimonio era sinónimo de escándalo, se organizó una boda exprés en Illescas, Toledo, con absoluto secretismo y una Preysler entre lágrimas. Pero la prensa se enteró y todo se vino abajo. Ahora sabemos, gracias a Tamara Falcó, que la mentira no acabó ahí. Pagaron por alterar documentos oficiales y situar el nacimiento de su hija semanas después de la fecha real, permitiendo así sostener la ficción de un embarazo legítimo. Una práctica que, aunque impensable hoy, no era tan extraña entre las élites de los años 70, dispuestas a pagar lo que fuera por mantener las apariencias.
El golpe más duro a la “reina de corazones”
Esta traición familiar viene en un momento complicado para la marquesa. Tras interrumpir su tratamiento de fertilidad, sufrir una nueva crisis matrimonial y mantenerse en el ojo público por los escándalos de Íñigo Onieva, Tamara parece haber canalizado su frustración arremetiendo contra su propia familia. Un gesto que, según expertos en prensa rosa, evidencia no solo su estado emocional, sino un deseo de romper con la imagen impoluta de su madre. Lo que parecía un desliz digital es, en realidad, la punta del iceberg de una verdad enterrada por décadas. Isabel Preysler, la reina del papel couché, la musa de marcas de lujo, queda expuesta como una mujer que recurrió a la mentira para encajar en la moral católica de su época. Y todo, por proteger su imagen… y la de Julio Iglesias.