En los últimos meses, Isabel Preysler ha vuelto a ocupar titulares, no por sus habituales apariciones glamorosas, sino por una creciente preocupación en torno a su estado de salud. Las imágenes captadas durante uno de sus últimos actos sociales, previos al fallecimiento del escritor Mario Vargas Llosa, mostraron a una Isabel visiblemente desmejorada: rostro afilado, mirada apagada y una figura excesivamente delgada. Estas señales físicas han desatado especulaciones sobre una posible enfermedad crónica, agravada por el impacto emocional de la pérdida de quien fuera su pareja durante ocho años.
Preocupación por la salud de Isabel Preysler
Aunque la socialité ha optado por el silencio, evitando declaraciones públicas o apariciones en redes sociales, su entorno más cercano —especialmente sus cinco hijos— ha reaccionado con inquietud.
Según reportes recientes, Isabel Preysler habría comunicado a su familia la gravedad de su último diagnóstico médico, lo que motivó una reunión urgente con ellos en Miami, buscando refugio en el calor familiar y la discreción que le ofrece su círculo íntimo.

La figura de la socialité ha sido durante décadas sinónimo de elegancia, fortaleza y control mediático. Desde sus inicios en la prensa rosa hasta convertirse en un ícono de la alta sociedad española, ha sabido manejar con destreza los focos, incluso en momentos de crisis.
Sin embargo, esta etapa parece distinta. La pérdida de Vargas Llosa, con quien compartió una relación marcada por la complicidad y el respeto mutuo, ha dejado una huella profunda. La pareja, que se separó en 2022, mantuvo una conexión que trascendía lo romántico, y su fallecimiento en abril de 2025 ha sido un golpe emocional del que Isabel aún no se recupera.
Enfermedad crónica
Sus hijos —Chábeli, Julio José, Enrique Iglesias, Tamara Falcó y Ana Boyer— han sido su principal sostén. A pesar de sus vidas públicas y agendas internacionales, todos han hecho espacio para acompañarla en este momento delicado. La preocupación no es solo por su salud física, sino también por su bienestar emocional. Fuentes cercanas aseguran que Isabel ha reducido drásticamente sus compromisos sociales y ha delegado muchas de sus responsabilidades, algo inusual en ella.

En este contexto, se ha especulado sobre una dolencia de base que podría haberse agudizado por el estrés emocional. Aunque no hay confirmación oficial, la versión más compartida es que se trata de una enfermedad crónica que ha ido deteriorando su estado general. La decisión de mantenerse alejada del foco mediático parece responder tanto a una necesidad de privacidad como a un intento de preservar su imagen pública, siempre cuidadosamente construida.
A sus 74 años, Isabel Preysler enfrenta uno de los momentos más complejos de su vida. La mujer que durante décadas fue símbolo de glamour y estabilidad emocional ahora se muestra vulnerable, humana. Y es precisamente esa vulnerabilidad la que ha despertado una ola de solidaridad entre sus seguidores y el público en general.
En medio del hermetismo, lo que queda claro es que Isabel Preysler no está sola. Sus hijos, conscientes del legado emocional y mediático que representa su madre, han cerrado filas en torno a ella.