Desde que Mario Vargas Llosa falleció en abril, una figura ha brillado por su ausencia: Isabel Preysler. La reina indiscutible del papel cuché, siempre dispuesta a sonreír en las portadas, ha optado por un silencio tan gélido como estratégico. Ni un mensaje, ni un homenaje público, ni una sola mención al que fuera su pareja durante casi una década. Y aunque muchos esperaban un tributo, lo que llegó fue una ausencia atronadora. Mientras Patricia Llosa —la esposa legítima del escritor— lo acompañaba en sus últimos días, Isabel parecía haber borrado de su historia todo rastro de ese amor que tanto alimentó titulares. Ni en entrevistas, ni en redes sociales, ni siquiera en eventos públicos ha querido pronunciar su nombre. ¿Qué hay detrás de esta frialdad? ¿Indiferencia o culpa?
Una estrategia de silencio calculada y una herida mal cerrada
La psicóloga y experta en relaciones, Lara Ferreiro, no tiene dudas: el mutismo de Isabel es una estrategia de comunicación meticulosamente estudiada. Según ella, la socialité está cocinando un movimiento mediático con precisión quirúrgica. Isabel Preysler “reduce su exposición pública para generar un bombazo”. ¿Cuál podría ser el bombazo? “Pues unas memorias, algo que ya está cociendo para que se hable de ella. A esto, habría que añadirle que posiblemente esté atravesando un impacto emocional por la muerte de Mario Vargas Llosa”.
Sin embargo, el hermetismo también podría esconder un factor emocional: Isabel está dolida. “Según tengo entendido, para ella fue una humillación, ha sido el primer hombre en su vida que la ha dejado. Más allá de no estar hablando de él para generar misterio y vender luego sus memorias, posiblemente también le duela hablar de Mario porque quizás sienta que no hizo las cosas bien”, apunta Ferreiro. La experta recuerda que en su día Isabel ventiló los celos del Nobel en una entrevista, una jugada que muchos interpretaron como una humillación pública para el escritor. ¿Se arrepiente ahora de haber expuesto así a quien ya no puede defenderse?
Premios, poses y preguntas incómodas: la reina de corazones esquiva el pasado con elegancia sospechosa
Esta semana, Isabel reapareció en el Teatro Real para recibir un galardón de la revista Elle como icono de estilo, acompañada de sus hijas Tamara Falcó y Ana Boyer. El evento fue una nueva oportunidad para abordar el tema Vargas Llosa. Pero ante la avalancha de reporteros, Isabel esquivó —con su habitual elegancia— todas las preguntas relacionadas con su ex. Una sonrisa cortés, respuestas genéricas y la mirada bien entrenada de quien sabe manejar los focos sin dejar huella.
Los rumores sobre una posible reconciliación con su pasado o una carta secreta al Nobel antes de su fallecimiento se multiplican. Pero mientras tanto, Isabel se mantiene firme en su mutismo. “Ella juega con la prensa, sabe cuándo esconderse, cuándo volver y además hace el refuerzo intermitente”, añade Ferreiro. Detrás del aparente desinterés, muchos sospechan que Isabel prepara una bomba mediática. Un libro, un especial de televisión o incluso un documental en el que, por fin, rompa su silencio sobre la relación que la unió —y separó— de uno de los intelectuales más influyentes de nuestra era.