Frank Sinatra no se despidió del mundo en silencio. Ni siquiera con la muerte renunció a su carácter, a su ironía y a ese punto teatral que lo convirtió en leyenda. El cantante dejó instrucciones precisas para su funeral.. Y entre ellas había un detalle muy pequeño, que que con el paso de los años se ha convertido en el más comentado de todos.
Y es que Sinatra quiso irse bien acompañado. Dentro de su ataúd debían colocarse tres objetos muy concretos. Nada de grandes reliquias ni símbolos solemnes. Cosas pequeñas, personales, casi domésticas. Un guiño final que decía más de él que cualquier discurso oficial. Pero de todos ellos, hubo uno que descolocó incluso a quienes mejor lo conocían.
Diez centavos para una última llamada
De este modo, junto a una botella de whisky y un encendedor Zippo, apareció la gran sorpresa con diez centavos. Ni joyas, ni anillos, ni recuerdos familiares. Diez simples centavos que, según dejó dicho, tenían una función muy clara. “Por si necesito hacer una llamada de emergencia”. Una frase que resume a la perfección su sentido del humor y su forma de entender la vida y la muerte.

Ese pequeño gesto convirtió su despedida en algo profundamente humano. Sinatra no solo pensó en el más allá, también bromeó con él. Como si, llegado el momento, pudiera levantar el auricular desde donde estuviera y pedir ayuda con media sonrisa. Un último chiste privado, cargado de emoción y de una ironía deliciosa. Esos diez centavos se transformaron en símbolo. En la prueba de que incluso en el adiós definitivo, el artista seguía siendo dueño del relato. Nada quedaba al azar. Ni siquiera lo que parecía absurdo tenía algo de improvisado.
Un adiós con sello propio
El funeral de Frank Sinatra fue algo tan único como su carrera. Sin excesos innecesarios, pero con detalles que hablaban de su carácter indomable. La botella de whisky representaba sus noches infinitas. El encendedor, su vínculo con los pequeños rituales. Y los diez centavos fueron su manera de reírse del destino.
A todo ello se suma la frase grabada en su lápida: “Lo mejor está por venir”. Una despedida optimista, casi desafiante, que encaja a la perfección con esa última moneda guardada por si acaso. Como si Sinatra nunca hubiera aceptado del todo que el telón se bajaba para siempre. Así pues, mientras muchos buscan solemnidad en la muerte, él prefirió dejar una carcajada suspendida en el aire. Diez centavos bastaron para recordarle al mundo que Frank Sinatra se fue como vivió: con estilo, con emoción y con una idea única preparada para el final.