Uno de los mejores programas de la parrilla de TV3, no nos cansaremos nunca de repetirlo, es, sin ningún tipo de duda, El Foraster. El programa que ahora se ha tomado un tiempo de descanso, pero que volverá seguro, y que cuando se emite cada lunes por la noche, hace que todo el país estemos plantados delante del televisor para reír, llorar, emocionarnos y conocer personas maravillosas de lugares igual de maravillosos del país. El secreto de este programa, Quim Masferrer lo ha dicho muchas veces, no es sólo dar a conocer pequeños pueblos o lugares de nuestra preciosa geografía catalana, sino, sobre todo, su gente, su bueeeeeena gente, que cada semana acoge a El Foraster y le abre el corazón, explicándole historias de vida que hacen emocionar. La clave para que lleven casi 100 programas, no sé cuántas temporadas y se superen a ellos mismos con respecto a audiencias es precisamente esta: la empatía que se genera entre el presentador y los vecinos que conoce, cómo les escucha y cómo estos se le abren en canal y le explican qué han vivido.

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Quim Masferrer / @elforastertv3

Por eso, cuando alguno de estos vecinos y vecinas que va conociendo Quim fallece, se nos hace a todos los espectadores un vacío en el corazón, porque en cierta manera, han formado parte de la familia, de toda la familia que forman los que hacen el programa, los habitantes de los lugares visitados y los espectadores. Ya pasó hace unos meses cuando El Foraster visitó por primera vez en sus casi 100 programas, una de las pocas comarcas que todavía no habían recibido el dardo que tira Quim desde su sofá: el Baix Penedès. Concretamente, el Montmell, un rincón precioso entre viñas y montañas, 1.582 habitantes que viven en el Penedès más escondido, pero lleno de amor. Allí conocimos el amor fraternal que se tenían dos hermanos nonagenarios entrañables. Masferrer, sólo llegar al pueblo, se los encontró sentados, el uno al lado del otro: Roman y Albert. Vivían el uno al lado del otro, puerta con puerta. Vecinos y hermanos: "Cuando eres viejo, te sale todo: sordo (dice en referencia a su hermano), cojo (dice en referencia a él)... Él tiene 95 años años y yo tengo 92. El único que chilla soy yo. Él es mejor que yo". Roman es quien hablaba por los dos y Albert a quien se lo miraba. Quim, cuándo los reencuentra el día del monólogo, les dice: "Ahora entiendo porque lleváis más de 90 años juntos y no habéis tenido nunca razones: porque uno no habla y el otro no calla". Desgraciadamente, Albert murió después de la visita de Quim.

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Albert y Roman del Montmell, en 'El Foraster' / TV3
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'El Foraster' en Montmell / TV3

Durante tanto tiempo haciendo el programa desgraciadamente es ley de vida que tengamos que lamentar más de un fallecimiento. Como pasó hace tres años, cuando nos entristeció mucho la noticia de la muerte de un vecino de Penelles, el inefable Joan Mata, más conocido como el "Tato", vecino entrañable de este pequeño pueblo de 500 habitantes, situado en el sureste de la comarca de la Noguera, en Lleida.

O todavía nos hace llorar recordar a un vecino de Benifallet, Baix Ebre, un pueblo de 771 habitantes. Allí vivía Miquelet, un abuelo de 88 años casado con Cinta, de 80, un matrimonio que tenían una romántica costumbre: bailar de vez en cuando en el comedor de su casa, enamorados como el primer día, cada vez que ella ponía una cassette con la canción "Para que no me olvides".

Y ahora, desgraciadamente, tenemos que lamentar y llorar otra pérdida. Porque tal como ha informado el diario Regió7, ha fallecido Casimira Vallbé, una mujer de 104 años (ahora ya tenía 105) de Mura, que se encontró Quim sentada en un banco de piedra cuando llegó a este bonito y pequeño municipio de la comarca del Bages el pasado 10 de enero, precisamente, el pistoletazo de salida de esta última temporada. Él mismo definía a Casimira con estas dulces palabras, después de haberla conocido: "la persona más mayor que hemos conocido nunca desde que hacemos el programa. Ella es Casimira, y con sus 104 años mantiene la salud de hierro y la carcajada dulce, a pesar del recuerdo de un amor de juventud rasgado por la guerra". ¿Cuál? En el año 1936, cuando todavía no había cumplido 20 años, ni ella ni su novio, Jaume, este tuvo que ir a la guerra y, desafortunadamente, lo mataron. Y se le quedó grabado para siempre: "Nunca me he querido casar con nadie", respondía ella todavía triste por su gran amor, 80 años más tarde: "Quién sabe dónde está pobrecito. Quién sabe dónde lo mataron, yo no lo sé donde lo mataron".

Casimira escribió una carta al jefe de brigada, y no le dejaron claro si Jaume había muerto, motivo que le hizo pensar que quizás todavía estaba vivo: "No me lo dijeron nunca que estuviera muerto, pero con el paso de los años pensé que sí. No pude saber ni donde estaba, ni si estaba vivo o muerto y de entierro ni pensarlo. Era demasiado joven, pobre". Casimira reconoció que de vez en cuando todavía pensaba en él y que por este motivo, decidió no casarse nunca. Quim, igual que todos, conmovidos y con la lágrima en los ojos. ¿Cuál era la clave para vivir ella tanto, hasta pasados los 100 años?, quiso saber Quim. Y ella: "una pastilla al día" y comer poco. Y nosotros añadimos: la enorme bondad que tenía. Descanse en paz. Seguro que ahora, allí donde esté, está al lado de su querido Jaume.