Después de unos días de septiembre, ya podemos dar por acabadas las vacaciones de verano. Quién más quién menos ha vuelto a la normalidad del día a día. A nivel político, también ha vuelto la actividad, tanto en Catalunya como en España. Ya hemos pasado la Diada y ahora todas las miradas están puestas en ver hacia dónde va el procés y de la mano de quien, qué pasará con PSOE y Podemos y si habrá gobierno o nuevas elecciones y sobre todo, cuándo, cómo y qué pasará con la sentencia al procés o la situación de los presos políticos a partir de octubre, cuando se espera una resolución. Quien también ha vuelto a la actividad ha sido Gabriel Rufián. No sólo con ERC o con sus redes sociales, sino también, con su programa en YouTube, La fábrica de Rufián.

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La fábrica de Rufián

Allí ha ido haciendo jugosas entrevistas a gente que a él le apetecía entrevistar. Y ahora ha vuelto para ofrecer una interesantísima conversación con la escritora Najat El Hachmi. Nacida en Marruecos hace 40 años, se trasladó a vivir a Vic de bien pequeña, y allí empezó a escribir después de hacer trabajos de todo tipo. Por ejemplo, su debut, Yo también soy catalana, un texto donde abordaba su experiencia como inmigrante, la cuestión identitaria, el proceso de arraigo a la tierra donde fue a vivir, la lengua, la religión o los derechos de las mujeres. Después vendría la excelente novela con la que ganó el premio Ramon Llull, El último patriarca, donde exponía la historia de su padre, un patriarca omnipotente y a menudo déspota, que veía cómo su hija rompe con la tradición de origen y se adapta a los valores de la nueva sociedad en que vive.

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El Hachmi sabe de qué habla y lo ha vivido en sus propias carnes. Por eso, oír según qué sandeces sobre la inmersión lingüística y según qué ataques, le hace poner los pelos rizados que tiene, de punta. "A mí me da mucha risa cuando dicen que el castellano está perseguido en Catalunya", le dice a Rufián, que coge el guante y responde con la misma ironía: "Sí, se nota que a los dos nos está costando hablarlo ahora". Pero ha habido muchas más reflexiones que tendrían que hacer que a más de uno le cayera la cara de vergüenza. "A los que parecemos de fuera se nos dirigen en castellano. Es una paradoja, porque yo llevo batallando 30 años para que la gente me hable en catalán. Reivindico que el catalán es un instrumento que en Catalunya te iguala".

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La fábrica de Rufián

Por eso, la escritora alucina con los que señalan la lengua catalana peyorativamente:  "Lo que habría sido discriminatorio es que los que veníamos de la inmigración no hubiéramos tenido acceso al catalán. Y la única forma de garantizarlo es a través de la inmersión. El catalán te acerca. No entiendo por qué saber una lengua puede suponer un problema". Para muchos, desgraciadamente, lo es. En cambio, para El Hachmi, lo que es vergonzoso es otro hecho: "Saber una lengua tendría que ser un patrimonio. ¿Cómo puede ser que tengas cátedras en Estados Unidos donde puedes aprender catalán y no lo tengas en según que ciudad española. Es demencial". Escúchenla. Vale la pena.