Durante años, Arantxa Sánchez Vicario fue la sonrisa más luminosa del tenis español. La chica que corría como nadie, que devolvía bolas imposibles y que convertía la presión en gasolina pura. Su historia empezó muy pronto. Nacida en Barcelona en 1971, creció en una familia donde el tenis era casi un idioma compartido. Su padre, Emilio Sánchez, decidió apostar por ese camino y volcó tiempo, dinero y confianza en el talento de sus hijos. Y Arantxa respondió.

A los 13 años, ya era campeona de España. A los 17, conquistó Roland Garros derrotando a la invencible Steffi Graf. Fue un terremoto. Un antes y un después. España descubrió que esa joven con mirada feroz tenía algo diferente. Su carrera fue un ascenso continuo: cuatro Grand Slams, cuatro medallas olímpicas, 67 títulos en dobles, cinco Copas Federación, el número uno del mundo y un lugar en el Salón de la Fama. La mejor tenista española de todos los tiempos, al menos en resultados. Una leyenda.

Arantxa Sánchez Vicario y Venus Williams
Arantxa Sánchez Vicario y Venus Williams

De tocar el cielo a sentarse en el banquillo de los acusados

Su imagen pública siempre fue la de una deportista incansable, disciplinada, guerrera. Pero detrás de esa apariencia existía una vida familiar compleja. Con el paso de los años, Arantxa fue revelando conflictos profundos con sus padres y hermanos. También descubrió algo que no esperaba: un enorme agujero económico. Tras retirarse, comenzó a recibir reclamaciones fiscales. En 2009, una resolución del Tribunal Supremo la obligó a pagar 3,5 millones de euros por impuestos no abonados en los años en que declaró su domicilio en Andorra. Según su testimonio, ese fue el momento en que vio que su patrimonio se había desvanecido. Dijo haberse enterado demasiado tarde.

Aquello abrió una etapa oscura: demandas cruzadas, rupturas familiares, acusaciones de mala gestión y una tormenta personal que la desbordó. Luego llegó su segundo golpe: la separación de Josep Santacana, padre de sus dos hijos. Una ruptura que se convirtió en una batalla legal que aún hoy arrastra.

L'extennista Arantxa Sánchez Vicario en el judici a Barcelona
Arantxa Sánchez Vicario en el juicio en Barcelona

Arantxa Sánchez Vicario toca fondo en 2023

Y así se llegó al 2023, su año más duro. Ese año, Arantxa se sentó en el banquillo acusada de alzamiento de bienes junto a su exmarido. Fue un juicio mediático, intenso y doloroso. Ella reconoció los hechos y admitió haber confiado ciegamente en quien no debía. Santacana negó su implicación. El proceso terminó con una condena de dos años, que no implicó prisión, y una indemnización de 6,6 millones de euros al Banco de Luxemburgo.

Para entonces, la antigua número uno ya vivía una realidad muy distinta. Residente en un piso de alquiler en Miami, mantenía a sus hijos con trabajos puntuales: clases particulares, colaboraciones en torneos, alguna labor de comentarista. La mitad de lo que ganaba se destinaba directamente a la deuda. Y el resto apenas alcanzaba.

 “Saco a mis hijos adelante con el dinero que me dan mis amigos”, dijo en su confesión más sincera. Lo dijo sin victimismo, pero con una contundencia que retrataba su situación. Aun así, insistía en que no se rinde. No lo hizo nunca. Ni en la pista, ni ahora.