La historia de Alberto Chicote no empieza entre fogones. Empieza con una pregunta inesperada. Una duda espontánea que surgió casi sin querer y que acabaría cambiándolo todo, tal y como explicó en el podcast gastro Se me antoja by Montagud. Con apenas 17 años, sentado frente a un orientador escolar, escuchó que su futuro estaba en el mundo de la imagen y el sonido. Algo técnico y previsible. Pero entonces, casi sin pensarlo, soltó una frase que sería el inicio de su vida profesional: “¿Y si yo quisiese estudiar cocina?”.
La pregunta tenía su peso. En su familia nadie trabajaba en hostelería. Ni siquiera eran clientes habituales. Él mismo lo recuerda con humor y nostalgia: en casa solo se salía a comer en la “BBC: bodas, bautizos y comuniones”. Nada más. La gastronomía no era tradición. No era costumbre. No era un camino lógico. Pero había algo dentro de él que pedía explorar ese mundo desconocido.

Alberto Chicote apenas había pisado restaurantes cuando decidió estudiar cocina
Aun así, Alberto Chicote decidió arriesgar. Decidió probar suerte. Y el primer día fue revelador. Lo contaba con emoción contenida: volvió a casa con los ojos abiertos. Su madre le preguntó qué tal había ido. Y él, casi sin poder contener la sonrisa, respondió: “Esto es lo mío. Esto es una maravilla”. Aquel adolescente que ni sabía que los espaguetis podían hacerse sin bolsa había encontrado su lugar. Su espacio. Su pasión.
Los años siguientes fueron pura transformación. Pasó de no haber pisado un restaurante como cliente a convertirse en un líder de cocina. De la timidez del aula a la presión del servicio. De la curiosidad inicial al respeto del sector. Y más tarde, al reconocimiento del gran público gracias a programas como Pesadilla en la cocina, Top Chef o ¿Te lo vas a comer?. La televisión lo acercó a millones, pero él nunca dejó de pensar como cocinero. Como aprendiz. Como alguien que sigue maravillándose.
De no pisar restaurantes a ser una referencia en el sector
Su trayectoria profesional habla por sí sola. Restaurantes como Yakitoro, Omeraki o la terraza Puerta al Sol han llevado su sello. Se ha convertido en una referencia. En un nombre clave en la gastronomía española. Recibió títulos como el de Mejor Cocinero del Año en Madrid Fusión, pero siempre habla del oficio con la misma humildad del chico que un día preguntó “¿y si…?”.

Después de casi cuatro décadas entre cuchillos, cazuelas y hornos, Chicote asegura que sigue enamorado del oficio. Que sigue sorprendido. Que todo le emociona igual que al principio. Y tiene claro por qué: porque cocinar significa hacer felices a los demás con las manos, con el trabajo diario, con la dedicación. Eso es lo que le mantiene vivo. Eso es lo que lo mueve.
Y así, aquel joven que apenas conocía los restaurantes desde la distancia se ha convertido en uno de los cocineros más queridos y respetados. Todo por una pregunta. Una duda fugaz que abrió el camino a una vida entera marcada por el sabor, la pasión y el esfuerzo.