'Gran Hermano' continúa su singladura por una Telecinco que se cae a trozos. La vuelta del mítico reality no ha enganchado a la audiencia. Las galas de los jueves, el plato fuerte del formato, se mueven en torno al 12 y 13%. No es líder, ni mucho menos, y eso es un indicador de la situación de la cadena. La entrada de Marta Flich como presentadora, sustituyendo a Jorge Javier Vázquez, es decepcionante. Le pone ganas, pero de carisma no va sobrada. Tampoco es que el casting haga vibrar a la gente en casa: solo Laura Bozzo aporta algo de interés, y después tenemos a meritorios. Por ejemplo, a José Antonio Avilés, el polémico tertuliano de Telecinco, y a Albert Infante, cantante y bailaor de Mataró y que fue descubierto en una edición de 'Got Talent'. Esta dupla no se soporta. Incluso podemos asegurar que se detestan. Anoche quedó clarísimo, sin ir más lejos.

Avilés entró con el concurso ya bien avanzado para intentar dinamitarlo con sus provocaciones y juego subterráneo habitual. Extender cizaña es su especialidad, y gracias a ella ha conseguido dos hechos: la expulsión disciplinaria de dos rivales por llegar a las manos, y ser el expulsado con el porcentaje de votos más alto de la edición y de muchas otras. Con un 85%, se sitúa solo por detrás de Nagore Robles, campeona mundial de la especialidad, a la que echaron gracias al 95% de los votos. José Antonio estaba fastidiado y airado, como siempre. Destapó la censura del concurso, chilló, puso los ojos en blanco repetidamente, e incluso rechazó la oferta del programa para continuar en la casa. ¿Cómo? Postulándose para la repesca. Dijo que no de una manera poco elegante, le podría pasar factura en Mediaset. Pero eso ya se verá. Lo que sí que se vieron fueron otras cosas, justo después de su desprecio.

Avilés|Abulense Telecinco
José Antonio Avilés / Telecinco

¿No quieres seguir? Muy bien. Estás expulsado, pero todavía tendrás que sufrir un poco más: allí mismo, en la sala de expulsiones de Guadalix, le hicieron la entrevista final. Y quien dice entrevista dice pelotón de fusilamiento. Fueron pasando compañeros del programa con quienes digamos que no ha quedado un regusto demasiado agradable. La madre de todas las batallas, sin embargo, la tuvo con el catalán Albert. El griterío fue sensacional, el de Mataró entraba a matar. Dialéctica, gestual y estilísticamente. Llevaba un vestido ajustadísimo y muy cortito de color negro, labios llamativos, cabellera rizada que acababa de salir de la peluquería. Un pincel, pero también un peligro. La exigua falda no era capaz de contener su anatomía, tendía a escalar por sus muslos. Y claro, el joven se movía tanto e iba tan excitado que, de repente, los espectadores vieron un objeto extraño en plenitud y en prime time. La forma y el color invitaban a la confusión. ¿Espejismo? ¿Realidad? ¿Qué tiene allí Infante? Mira que había enseñado cosas, pero eso no lo habíamos visto nunca.

Albert Telecinco
Albert Infante / Telecinco

Un bulto de color rosáceo asomaba la cabecita durante uno de los ramalazos de furia de Albert, que se dio cuenta de la situación pasados unos segundos. Se recolocaba todo lo que se tenía que recolocar, con maña y elegancia, todo hay que decirlo. Después pasaba a sentarse, adoptando una postura más discreta. Sin embargo, también se marcaba un 'Instinto Básico', cruzando las piernas delante de la cámara. Cosa que nos permitió averiguar lo que escondía: unas bragas (también dicen que un tanga) de color rosa, encargadas de sostener unos atributos, que, por la razón de que sea, apuntaban en una dirección concreta, hacia el oeste. El descuido impactó, Infante con toda la caballería. Tuvo recompensa: fue uno de los repescados. Ha puesto toda la carne en el asador parrilla y ha triunfado.

Albert GH Telecinco
Albert Infante y su bulto / Telecinco
Albert GH ropa interior Telecinco
Albert Infante enseña la ropa interior en 'GH' / Telecinco