La enésima aparición televisiva de la diseñadora Ágatha Ruiz de la Prada sirvió de masterclass de todos sus defectos: clasismo, insolencia y prepotencia 'a punta pala'. Samanta Villar la escogió como participante de su renovado programa 'Samanta y la Vida de...' y el resultado fue el de siempre: de vergüenza ajena. Primero se jactó de raíces aristocráticas en Badalona, mientras explicaba sus vivencias de juventud con el huido Juan Carlos, ya que sus abuelos eran secretarios de los padres del emérito. Una vida de ricos, en la que "no trabajaba nadie" pero cenaban de chaqué. También habló de su padre Juan Manuel, "un tío que estaba muy bien, pero no era buen padre". Sus infidelidades fueron la pesadilla de su madre, que se arrepintió nada más casarse. Ágatha ha confesado que, fruto de la conducta paterna, tiene una hermana secreta: "apareció cuando se murió mi padre y dicen que se parece mucho a mí. No tenía ni idea, pero no me chocó".
Ágatha Ruiz de la Prada gafas sol Cuatro
El momento estelar de la noche y en el que nos ofreció su faceta más creída fue la visita a una escuela de diseño. El alumnado le esperaba como gran estrella, y aprovechando la ocasión habían preparado un pequeño ejercicio: dibujos de modelos imaginarios basados en la expareja de Pedro Jota Ramírez. De la Prada confundió el papel de evaluadora con el de tirana, haciendo gala de un mal gusto horroroso. "Como yo se de arte, te puedo decir que dibujan muy mal. Fatal", dijo antes de entrar en el aula. Cuando ya estaba allí, recibida entre aplausos, todavía fue peor. Todo era pobre, inadecuado, lanzando miradas y comentarios fuera de lugar. Los humilló sin contemplaciones, y sólo alabó a una chica, quizás intentando salvar los muebles.
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Ágatha Ruiz de la Prada humilla a estudiantes Cuatro
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Que los responsables de programación y las productoras se lo hagan mirar: Ágatha es insoportable, y la audiencia lo sabe. Un irrisorio 4'8% de share no justifica el bombardeo continuado que sufrimos con ella.