Isabel Preysler ha vuelto a demostrar que su estilo no es solo cuestión de imagen, sino también de sentido común. A sus 74 años, la socialité ha decidido dejar de lado los tacones de aguja que la han acompañado durante décadas para priorizar algo que hasta hace poco parecía impensable en las alfombras rojas: la comodidad. “Si no llevo zapato cómodo, me duele la cabeza”, ha explicado, dejando claro que su armario también está en proceso de evolución.
Durante años, Preysler ha sido un referente de la elegancia clásica, siempre impecable, siempre con un calzado que parecía salir de un escaparate de lujo. Pero el tiempo pasa, y con él cambian las prioridades. Ahora, la madre de Tamara Falcó apuesta por zapatos que permitan caminar sin dolor, sin renunciar a su sello personal ni a la sofisticación que la caracteriza.
Una decisión que marca tendencia
El gesto de Isabel no es menor. En un mundo donde muchas figuras públicas parecen condenadas a lucir tacones imposibles en cualquier ocasión, que alguien con su influencia admita que la salud está por encima de la estética es un mensaje potente. Y, de paso, un guiño a todas esas mujeres que se sienten obligadas a sufrir en nombre del glamour.
Lejos de significar un abandono del estilo, la nueva etapa de Isabel muestra que la comodidad y la elegancia pueden convivir. Ha incorporado al vestidor zapatos planos, mocasines y deportivas de diseño, demostrando que se puede estar impecable sin que cada paso sea un sacrificio. No se trata de renunciar a la moda, sino de adaptarla a lo que realmente funciona en el día a día.
El cambio de calzado de Preysler refleja algo más amplio: la evolución de una generación que busca vivir con menos incomodidad y más practicidad. La propia Isabel ha sido siempre sinónimo de perfección en la crónica social, y que ella abrace este tipo de calzado envía un mensaje claro. Incluso las figuras más icónicas saben que el bienestar personal no tiene por qué estar reñido con el buen gusto.
Con esta decisión, Isabel no solo se siente mejor físicamente, sino que también abre la puerta a una nueva idea de elegancia: aquella que permite moverse sin dolor, sin presión y sin obligaciones autoimpuestas por los códigos de la moda más estrictos. En definitiva, demuestra que se puede seguir marcando tendencia sin forzar el cuerpo.
Su frase sobre el “dolor de cabeza” puede sonar anecdótica, pero resume a la perfección su filosofía actual: cuidar de uno mismo es tan importante como lucir impecable. Y si alguien con la trayectoria y la imagen de Isabel Preysler lo dice, quizá sea el momento de replantearse cuánto vale realmente un par de tacones.