El rumor es ya casi un secreto a voces: Juan Carlos I habría caído rendido ante el negocio de la longevidad, un mercado multimillonario que se expande a pasos agigantados entre las élites más poderosas del planeta. Lo que hace apenas una década parecía ciencia ficción, hoy es una realidad experimental que involucra desde transfusiones de sangre hasta inyecciones de genes diseñados para revertir el envejecimiento.

La lista de magnates fascinados con la idea de vivir más y, sobre todo, de parecer eternamente jóvenes, no deja de crecer. Bryan Johnson, el excéntrico millonario de Kernel, y Liz Parrish, la CEO que presume de tener 52 años cronológicos y 21 biológicos, son solo la punta del iceberg de un fenómeno que atrae cada vez a más inversores. A este selecto club también se suma Larry Ellison, fundador de Oracle, quien a sus 80 años luce como si apenas rozara los 30.

Juan Carlos en Sanxenxo / Europa Press
Juan Carlos en Sanxenxo / Europa Press

Blueprint y las terapias de longevidad: la obsesión de los multimillonarios

La fiebre por el rejuvenecimiento tiene nombre propio: Blueprint, un sistema que combina inteligencia artificial, planes médicos extremos y regímenes de suplementación imposibles para la mayoría de los mortales. Este programa ha transformado a sus seguidores en auténticos “conejillos de Indias” humanos.

Bryan Johnson es quizá el ejemplo más mediático. Con un gasto anual de más de dos millones de euros, el empresario asegura haber reducido su edad biológica en casi una década. Su “receta” incluye cientos de pastillas diarias, transfusiones de sangre de su propio hijo y estrictas rutinas de ejercicio. Para él, alcanzar los 200 años de vida no es un sueño, sino un objetivo empresarial.

Juan Carlos I y el salto de la realeza española al club de la eterna juventud

El giro inesperado llega desde Zarzuela: el rey emérito Juan Carlos I estaría experimentando con terapias de rejuvenecimiento similares a las de Johnson y Parrish. A sus 87 años, las dolencias físicas, la fragilidad ósea y los problemas cognitivos derivados del paso del tiempo habrían motivado su incursión en este selecto mundo biomédico. Y aunque no hay confirmación oficial, fuentes cercanas aseguran que el ex monarca habría explorado tratamientos vinculados al biohacking y a la terapia génica para recuperar movilidad, vitalidad y lucidez. La sola idea de que una figura tan controversial como él, salpicada por escándalos fiscales, recurra a este tipo de intervenciones ha disparado titulares y encendido el debate sobre los límites éticos de la medicina antienvejecimiento.

Ahora bien, estos tratamientos no se tratan únicamente de un capricho estético. Vivir más significa acumular más poder, riqueza e influencia política, lo que plantea un escenario inquietante: los más ricos no solo serían inmortales económicamente, sino también biológicamente. Jeff Bezos, Peter Thiel y Larry Page ya han invertido fortunas en laboratorios que buscan revertir el envejecimiento celular, convencidos de que la muerte puede retrasarse indefinidamente.

Jeff Bezos
Jeff Bezos

El problema es que estas terapias tienen precios desorbitados. Mientras un multimillonario puede pagar millones de euros por tratamientos experimentales, la mayoría de la población mundial apenas accede a un sistema de salud básico. De ahí que surjan voces críticas que acusan a este movimiento de crear una “aristocracia biológica”, donde solo los más poderosos podrán disfrutar de una juventud prolongada.