"El coronel no tiene quien le escriba", decía Gabriel García Márquez. Y "El rey no tiene quien le felicite", escribe ahora Jaime Peñafiel. El cronista azul desgrana en Reino de corazones los tristes San Juanes que celebra, o mejor dicho, que ya no celebra el rey emérito. Y explica los motivos. Hace unos años, cuando la imagen de los Borbones era modélica, el santo de Juan Carlos era uno de los acontecimientos sociales por excelencia de los más monárquicos. Los 24 de junio la onomástica del padre de Felipe era una cita marcada en rojo por la jet de la capital. También por la Corona, que incluso le daba más valor, por tradición católica, a la celebración del santoral que a los cumpleaños.

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Carta de España

Hubo un tiempo donde la monarquía invitaba a más de 4.000 personas a compartir al santo del emérito, lejos de la situación actual, con más pena que gloria. Los jardines del Campo del Moro en el Palacio Real se abrían a los madrileños. No eras nadie si no ibas invitado. Políticos, empresarios, banqueros, intelectuales, mezclados con toreros, deportistas, celebrities de alcurnia y una serie de esmóquines, vestidos y reverencias que le bailaban el agua al rey y le cantaban las excelencias a tan magnánimo monarca. De hecho, apunta El Mundo que la jarana "servía para hacer contactos, trapicheos políticos y hasta robar algún beso furtivo a la luz de la luna".

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Entre copa y copa desfilaban los Adolfo Suárez y Amparo Illana, Felipe González y Carmen Romero, Cayetana de Alba, Miguel Boyer e Isabel Preysler, Mariano Rubio, Alberto Cortina y Alberto Alcocer, los "Albertos", las multimillonarias hermanas Koplowitz, Marta Chávarry o Mario Conde. Pero la cosa fue degenerando de mala manera. Un fiestón donde todo el mundo se tomaba al rey como al pito del sereno y donde incluso se perdían los mínimos comportamientos protocolarios. Escribe Peñafiel: "alguno, para ahorrarse el interminable besamanos, se escaqueaba de felicitar al Monarca". Y el monarca, abatido viendo el espectáculo: "Mira, ni se ha molestado en venir a felicitarme", revela el periodista que le dijo Juan Carlos. ¿A quién se refería? A un Afolfo Suárez que se encontraba en plena campaña electoral y que "organizaba sus ruedas de prensa y su propia fiesta dentro de la fiesta de don Juan Carlos".

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Eso, sumado a las críticas por la frivolidad del acto, que cada año aumentaban, llevó a suspender la celebración en 1993, después de la muerte de Don Juan, padre de Juan Carlos, y "consciente de que su santo había derivado en una feria de vanidades". La fiesta se sustituyó por una modesta recepción institucional en La Zarzuela. San Juan (Carlos), de capa caída... De fuegos artificiales y pirotecnia a petardo de feria. Como la imagen de la Corona.