Durante décadas, la fama de mujeriego de Juan Carlos I fue un secreto a voces. El rey emérito mantuvo relaciones con miles de mujeres a lo largo de su matrimonio con la reina Sofía, muchas de ellas pertenecientes al mundo de la élite, como presentadoras, cantantes, modelos, actrices, o la alta prostitución. Se decía que tenía una conquista en cada ciudad, la mayoría de ellas prostitutas de lujo que pagaba con el dinero de los Prepuestos Generales del Estado. Aunque nunca sintió un amor real por la reina, le obligaron a casarse con ella, su comportamiento no dejó de ser un escándalo dentro de la Casa Real.

Según diversos testimonios, Juan Carlos solo podía ser seducido por dos cosas: el dinero o las mujeres. Su debilidad por estas últimas llegó a ser tan preocupante que desde Zarzuela se llegó a organizar una operación para intentar controlar sus impulsos. Pilar Eyre reveló que esa misión, conocida como “Operación Fertinelli”, consistía en administrarle hormonas femeninas para reducir su deseo sexual. Sin embargo, el efecto fue el contrario: el monarca continuó con un apetito insaciable, sometiéndose incluso a tratamientos con testosterona para mantener su vigor.
El problema no era solo la cantidad de amantes, sino que en algunas ocasiones el emérito acabó involucrándose sentimentalmente, como ocurrió con Marta Gayà o Bárbara Rey. Cada viaje oficial se convertía en una oportunidad para la infidelidad. La reina Sofía, ajena a lo que ocurría, solo descubrió parte de la verdad cuando su propio hijo, el entonces príncipe Felipe, le confesó que Bárbara Rey visitaba con frecuencia el palacio. A partir de entonces, su relación se deterioró de forma irreversible: dejaron de compartir dormitorio y su vida en común quedó reducida a la mera fachada institucional.
Juan Carlos I siempre ha sido una persona muy sexual
El ritmo de vida del emérito era tan intenso que, según diversas fuentes, recurría a clínicas especializadas en Barcelona donde recibía tratamientos de rejuvenecimiento y estética. Cuidaba su imagen con obsesión y se rodeaba de mujeres mucho más jóvenes. Aquellos que lo conocieron en esa época aseguran que se había convertido en un “depredador sexual”.
El ex coronel Amadeo Martínez Inglés llegó a afirmar que el padre de Felipe VI participó en encuentros íntimos de carácter extremo y poco convencional. Asegura que la mayoría de sus amantes eran trabajadoras del sexo de alto nivel, muchas de ellas extranjeras, seleccionadas por sus características físicas. “Este hombre necesitaba mujeres más que el aire que respiraba”, llegó a decir el militar retirado.
Incluso en sus últimos años, su deseo no parecía menguar. Los rumores más recientes lo relacionan con la periodista Laurence Debray, autora de una biografía sobre el emérito publicada en Francia. Una historia que, una vez más, mezcla poder, deseo y escándalo en torno a la figura más polémica de la monarquía española.
