La presencia de la reina Sofía en los Premios Princesa de Asturias ha vuelto a ser motivo de tensión dentro de la Casa Real. Lo que en apariencia debía ser un acto solemne y familiar, la gran cita institucional donde Leonor brilla como heredera, se ha convertido en un nuevo pulso silencioso entre Felipe VI y la reina Letizia.

La reina emérita, a sus 86 años y rozando los 87, sigue empeñada en no desaparecer del todo de la escena pública. Cada año, sin falta, se sienta en el palco del Teatro Campoamor junto a Paloma Rocasolano, la otra abuela de la princesa. Ambas comparten sonrisa y orgullo, admirando a su nieta mientras el público las observa con ternura. Pero este año, el ambiente es distinto. Sofía está más frágil, más cansada, y arrastra una profunda tristeza por el deterioro de salud de su hermana Irene de Grecia, que padece Alzheimer y ya apenas la reconoce.

reina Sofía orquesta
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Felipe VI quiere que su madre esté en los premios Princesa de Asturias 

Felipe VI, consciente de la melancolía de su madre, ha insistido en mantener su presencia en los actos de Asturias. Considera que su sola imagen transmite continuidad y unidad familiar, valores que la institución necesita más que nunca. Para él, apartarla sería una crueldad. Pero Letizia no piensa igual. La reina consorte cree que la etapa de Sofía en la vida pública terminó hace tiempo y que su aparición en los actos oficiales genera confusión y resta protagonismo a las nuevas generaciones.

En privado, Letizia ha dejado claro que la presencia de su suegra le incomoda. Nunca ha soportado esa comparación silenciosa entre la reina clásica y la moderna, entre la monarquía del pasado y la del presente. Sofía es, en cierto modo, la última Borbón que Letizia no ha logrado apartar del foco, la única que se resiste a desaparecer. Y aunque no lo diga abiertamente, muchos en Zarzuela aseguran que espera con paciencia el momento en que la emérita decida retirarse definitivamente.

El gesto de Sofía, sin embargo, es más simbólico de lo que parece. Asistir a los premios no es solo una cuestión protocolaria: es su forma de seguir siendo parte de la familia real. Lo hace por Leonor, por Felipe y por una corona que ayudó a sostener durante décadas. Pero cada año que acude al Campoamor, la tensión se palpa más fuerte. Detrás de las sonrisas, los aplausos y las fotos oficiales, se libra una batalla silenciosa: la del pasado que no quiere morir y el presente que no sabe cómo convivir con él.

Reina Sofía
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