De sobras es conocido que la reina Letizia no es muy amante del alcohol. Tanto, que cuando visitó una artillería de Segovia hace cuatro años, aseguró: "Yo, como no bebo, me acerco la copa para brindar solo a los labios. No bebo ni café ni vino. Soy incapaz. Pero es que ni siquiera con amigos. Ahora soy abstemia completamente". Unas palabras que no ha cumplido a rajatabla posteriormente, como cuándo se la vio dar un trago a un vaso de sidra en una visita al pueblo asturiano de Poreñu.

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Letizia sabe tanto de licores como de macramé, pero una vez más pudo su afán controlador y volvió a dar muestras de que en su casa ella corta el bacalao... y se encarga del vino que se sirve a sus invitados. Sábado pasado. Letizia y Felipe, anfitriones de una fiesta privada en su residencia familiar, el Pabellón del Príncipe, del recinto de la Zarzuela. 30 escogidos que disfrutaron de la hospitalidad monárquica y de unos baños en la piscina, según informa la revista Vanitatis, que tal y como especifica, "aunque el rey no suele encargarse de la organización lúdica salvo en lo que se refiere a los convocados, la reina ejerce de ama de casa real".

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La dedicación que le pone la reina a que todo esté perfecto es similar a la que tiene cuándo se trata de la escuela de sus hijas, donde controla incluso lo que dan de merendar a los alumnos. Le gusta tanto supervisar hasta el más mínimo detalle que a veces eso choca con la tarea y las responsabilidades de muchos de los trabajadores que se ganan la vida en Zarzuela. "Sus apreciaciones a veces son encontradas tanto en temas profesionales como personales o domésticos", recuerdan en el citado medio.

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Y eso es lo que pasó en la fiesta del sábado. ¿El menú? Bajo su control. Delicatessen como jamón Cinco Jotas, que vuelve loca a la monarca. El problema llegó cuando se iban a servir los diferentes vinos durante la comida. La abstemia Letizia suponemos que deja en manos de los sumilleres de palacio la elección. Pero esta vez no la convenció lo que iban a tomar los invitados. Explica Vanitatis que aunque la bodega de Zarzuela está bien provista de los mejores caldos, y que "el rey Felipe, como buen catador, gusta de ofrecer a sus amigos lo mejor en este aspecto", durante la fiesta hubo "disparidad de opiniones, ya que la Reina no estaba muy de acuerdo con los tres primeros vinos que se habían planteado". 

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Ni el vino escogido por los especialistas para el aperitivo, ni para el almuerzo, ni para los postres era de su agrado: "Doña Letizia tardó algo más en encontrar el que le gustaba o consideraba que se ajustaba a su papel de enóloga aficionada". ¿Y qué hizo? Pedir que se cambiara y mandar que se sirviera otro. El precio de los anteriores vinos ofrecidos oscilaba entre los 12 y los 16 euros la botella. Finalmente, el que pidió la anfitriona real era un denominación de origen de la provincia de Orense que tiene un precio que gira en torno a los 60 euros la botella... Suerte que Letizia no bebe. Si se disgustó siendo abstemia, no imaginamos cómo se habría puesto si hubiera sido una enóloga contrastada.