La pasada semana tuvo lugar una de las fiestas más importantes entre las realezas europeas. Se celebraba la mayoría de edad de la princesa Íngrid de Noruega. Aunque cumplió los 18 años meses atrás, se pospuso la fecha hasta el pasado viernes. En Oslo, multitud de royals, lujo y vestidos de gala, gasto multimillonario, mucho protocolo y mucha manduca para homenajear a la heredera del país escandinavo. ¿Representación española? El rey Felipe. ¿De quién fue del bracito? ¿De su mujer, la reina Letizia? Nanay. Ni estaba ni se la esperaba. ¿De su hija, la homóloga española de la princesa noruega, la princesa Leonor? Tampoco. Y eso que ya había acabado el primer curso del bachillerato que ha hecho todo el año en el internado de Gales. Así pues, el monarca español hizo entrada a la cena de gala de la mano de la princesa heredera holandesa, Amalia. Tal como dice la gran Pilar Eyre, "Era evidente que el rey Felipe, padrino de la homenajeada, se sentía incómodo dando el brazo a Amalia, princesa heredera de Holanda. Una pareja sin pies ni cabeza que chocaba a la vista: un hombre de 54 años con una chica de 18 años a la que apenas debe conocer", escribe en su imprescindible artículo semanal de la revista Lecturas.


La escritora se pregunta, con toda la razón del mundo, que "Sería interesante saber el pretexto que puso Casa Real para excusar la asistencia de la Reina y Leonor sin que la puntillosa monarquía noruega se sintiera ofendida. Debió ser una disculpa muy elaborada para justificar una ausencia que ha sido tachada de desplante por gran parte de los medios". Pero en Casa Real, callados. A ella, sin embargo, no le hacen falta explicaciones torpes ni justificaciones de chichinabo por parte de Zarzuela. Porque la periodista que más sabe de sangre azul tiene la respuesta al enésimo feo de la reina Letizia, dejando solo a su marido haciendo el paripé en Oslo. ¿Por qué no fue Letizia? Porque "no le ha dado la gana. Y en la Casa nadie se atreve a discutir sus decisiones, ni siquiera su marido”, le revela una fuente próxima. Sí, en la fiesta estaba su archienemiga Marie-Chantal de Grecia, pero el verdadero motivo es que la asturiana "Desprecia el ambiente apolillado y elitista que tienen las celebraciones cortesanas". Eyre, incluso, dice que le hierve la sangre a Letizia cuando se encuentra en compañía del resto de royals y revela cómo los llama ella: "todos esos pijos, como ella los llama".

No sólo eso, sino que también se negó en redondo a que fuera su hija Leonor, "ya que posar con las otras herederas de tronos europeos con traje largo y corona en un ostentoso entorno palaciego no sería el mejor punto de partida para una monarquía que pretende ser sencilla y democrática. Prescindir de todo lujo superfluo ha sido uno de los caballos de batalla de Letizia en los ocho años que su marido lleva en el trono". Eyre tiene claro que Letizia no piensa ceder lo más mínimo, y si tiene que dejar solo a Felipe, que se espabile. Para la escritora, lo que ha pasado en Oslo, o en este caso, lo que no ha pasado, con la ausencia de la reina española, es una muestra fehaciente de que "Lo que queda claro con este episodio es quién manda en la Zarzuela: se ha roto en pedazos el papel de florero en el que algunos quisieron confinar a Letizia y me cuentan que esto es solo el principio". Zarzuela tiembla.