Cuando parecía que ya todo se había contado sobre la inolvidable Diana de Gales, una nueva revelación sacude los cimientos del inconsciente colectivo del Reino Unido. Esta vez, no se trata de un documental ni de un libro biográfico, sino de unas fotografías ocultas durante casi 40 años, que han permanecido enterradas bajo el peso del silencio institucional. Las imágenes muestran a la princesa junto al camaleónico David Bowie, captadas tras un concierto de su gira Glass Spider en Wembley, en 1987. Hasta ahora, el mundo no sabía que existían. Y eso no fue por casualidad.

El artífice del hallazgo es el fotógrafo Denis O’Regan, una leyenda del rock que ha captado momentos históricos junto a íconos como Queen, Duran Duran y Prince. Según ha confesado al Telegraph, tras aquella noche mágica de música y lentejuelas, su agente recibió una llamada directa del Palacio de Buckingham. El mensaje era claro: las fotos no debían ver la luz. ¿El motivo? La princesa no asistió sola. Aquel concierto, aparentemente inocente, se convirtió en una bomba de relojería para la monarquía.

El escándalo oculto detrás de las cámaras: Diana, Bowie y James Hewitt

Lo que parecía una simple instantánea entre dos leyendas —la princesa más fotografiada del planeta y el rey del glam rock— escondía una historia incómoda. Aquella noche, Diana estuvo acompañada por James Hewitt, su instructor de equitación y, como luego se sabría, su amante. Aunque no aparece en las imágenes, su presencia bastó para que el Palacio activara su maquinaria de censura. El temor a una nueva crisis mediática empujó a la Casa Real a silenciar el contenido.

“No querían que Diana saliera en los medios, no querían echar más leña al fuego”, explicó O’Regan. En ese momento, el matrimonio de Diana y Carlos ya estaba colapsando entre infidelidades, frialdad emocional y rumores incesantes. Las imágenes no mostraban nada explícito, pero sí evidenciaban un momento de libertad, alegría y, sobre todo, una independencia que incomodaba a ‘La Firma’.

Que Lady Di saliera en público con su amante, aunque fuera en segundo plano, era inadmisible para una familia obsesionada con las apariencias. “Para el palacio, cuantas menos fotos de la princesa hubiera, mejor, porque alguien podría haberse dado cuenta de que estaba con James Hewitt. Pero para entonces nadie sabía quién era y me quedé sin una foto multimillonaria de los dos juntos”, afirmó el fotógrafo.

Control y censura: cómo la monarquía intentó borrar la narrativa de Lady Di

Este nuevo episodio revela algo que muchos sospechaban: la feroz vigilancia que sufría la princesa Diana por parte del entorno real. Más allá de los actos oficiales y las campañas solidarias, su vida privada era diseccionada al milímetro. Y cada movimiento que amenazara con humanizarla —o peor aún, empoderarla— era automáticamente neutralizado. Las fotos con Bowie son una metáfora perfecta: un instante de conexión artística y libertad, sepultado por el miedo institucional. Pero el tiempo, como siempre, desentierra lo que quiso ocultarse. Hoy, estas imágenes podrían emerger como fantasmas del pasado, dispuestos a contar su versión. No revelan una traición, ni un escándalo explícito. Lo que muestran es más potente: una Diana joven, vital, en busca de sí misma, en un contexto que la empujaba a ser invisible, obediente y sumisa.