Pablo Urdangarin ya es un hombretón y cada día que pasa adquiere un perfil propio más marcado. Ha escogido bando y actúa en consecuencia. El deportista royal ya debe hacerse a la idea de que nunca será una leyenda deportiva como su padre Iñaki, pero seguirá practicando el balonmano al máximo nivel posible. De momento en Granollers, en el futuro... ya veremos. Pablo, al menos, tiene un trabajo, cosa rara en este universo y familia. El sueldo no le dará para seguir viviendo en Pedralbes como una superestrella, pero todos intuimos cómo se pagan las facturas del joven. Y de eso va la cosa, de asegurarse el nivel de vida para el resto de sus días. E intentar no meterse en fregados como su padre. Y por eso, la herencia del abuelo Juan Carlos es la clave: una lluvia de millones.

Al abuelo se le cuida, se le respeta, se le venera. Actitud loable para un nieto random, y comprensible incluso en los casos más extremos. Pero lo que subyace aquí es el interés. Y el odio. Pablo, que va con pies de plomo con el divorcio de sus padres, a pesar de acercarse peligrosamente a Ainhoa Armentia, se comporta de manera más contundente con respecto a la relación con la Familia Real: Felipe, Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía. El sentimiento de rechazo de su madre Cristina hacia el matrimonio real ha contagiado a sus hijos. El modèlico Urdangarin la plantó en la mayoría de edad y llegó con sorpresa a la fiesta de aniversario del emérito en los Emiratos. Dos episodios unidos por un nombre: su novia, Johanna Zott.

Pablo y Johanna EP
Johanna Zott y Pablo Urdangarin / Europa Press

La amada de Pablo fue una de las asistentes sorpresa a la juerga organizada en Abu Dabi para celebrar el 86.º enero de Juan Carlos. A pesar de no salir en las fotografías oficiales que Juan Carlos pasó de rabona a la revista '¡Hola!', la propia cabecera lo explicaba en el texto interior. Era la presentación oficial de la pareja al abuelo, cosa que no ha tenido el gusto de hacer, tampoco la deferencia, en el caso de Leonor. No es nada bonito. Johanna, una niña bien del upper barcelonés, alucinaría con la caspa castellana instalada en el Golfo Pérsico, con aquel pastel con el escudo de armas y el Borbón cortándolo con una espada, cursi y hortera. Pero se lo tragó, porque este es el negocio de su amorcito. Y hay que cuidarlo al máximo.

El discreto Pablo se ha reincorporado a su dinámica de entrenamientos, partidos y banquillo tras las movidas fechas navideñas. Y unos equipos de reporteros han ido a su encuentro, intentando obtener algunas palabras sobre su actualidad. Una costumbre mecánica de la prensa del corazón, a menudo inútil, pero que hay que intentar. A veces encuentras oro bajo la piedra más insignificante. El Urdangarin tiene la lección bien aprendida: no digas nada de lo que te puedas arrepentir... y que te puedan tirar a la cara. Por eso solo pronunció palabras inteligibles sobre su actividad deportiva. Cuando oía asuntos más íntimos y delicados, callaba. Sin embargo, se le escapan reacciones que demuestran que todavía está muy verde. Se mantuvo mudo sobre la afrenta del encuentro Johanna-Juan Carlos, hasta que una frase del periodista lo cambiaba todo: "Ya es oficial, ¿no, se supone?" La fría roca dibuja una carcajada tímida pero sonora. Le ha hecho gracia, mira. No sabemos si la pregunta en sí sobre su relación de pareja, o la posible derivada en Zarzuela, donde no está la cosa para bromitas. Ya veremos.

Pablo Urdangarin Chance
Pablo Urdangarin / Chance